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El Laboratorio Telefónico

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico | 25.02.2005 05:34 | Analysis | Globalisation | Social Struggles | Cambridge | London

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La mercancía es el mejor ejército del capital …
Los capitalistas compran tierras y tecnología, bancos y comercios, fábricas y hombres, bosques y pozos petroleros, agua y animales. Endeudan economías y ejecutan genocidios. Su sirviente es el estado que garantiza el robo del trabajo ajeno y el castigo a los rebeldes; y su verdugo silencioso, el desempleo que provocan. Sólo la auto-nomía antimercantil de la multitud, como ley propia del común, como institución de la potencia constituyente del poder hacer, podrá barrer, con un cambio social de raíz, a los empresarios y sus políticos. En una sociedad anticapitalista el dinero sería papel pintado, el estado una pieza de museo y el trabajo por una paga parte de la prehistoria de los mortales. Tornando inservibles, como formas del poder, a los lingotes de oro y títulos de propiedad, bonos y monedas, estados y constituciones. La imposibilidad de poder acumular toda la riqueza de la creatividad de la especie humana es la verdadera medida de la pobreza improductiva del capital. La excedencia del trabajo es la enfermedad que socava su dominio. La lucha organizada de la energía vital que les sobra a los patrones es el remedio anticapitalista, de los más, para combatir a los menos. Bienaventurada la multitud; porque cuando termine con la mercancía, de ella será, el reino de la libertad y de la abundancia en la tierra.





Colectivo Nuevo Proyecto Histórico
 http://www.colectivonph.com.ar
 correo@colectivonph.com.ar


El autogobierno de la multitud.






“Anticapitalista, con democracia de base y unidad, con respeto de la historia y autonomía
de las organizaciones, confianza política y combatividad ante las injusticias”.
Frente Popular, difusor de las ideas del Frente Popular Darío
Santillán, diciembre 2004. Caracterización del espacio surgido
en el Primer plenario, 20/11/04.


“Perdimos, no pudimos hacer la revolución. Pero tuvimos, tenemos, tendremos
razón de intentarlo. Y ganaremos cada vez que un joven sepa que no todo se
compra, ni se vende y sienta ganas de querer cambiar el mundo.”
Envar El Kadri.


“La imaginación es naturalmente ya una praxis”.
Giorgio Agamben.


“Kirchner transa y transa / Y en la esperanza /
Prepara la matanza. [...] “Que se vayan todos” es
la consigna clave / ¿De qué lado estaban Kirchner y
Duhalde el 19 y 20?… / Del lado de los criminales.
[...] Los que planearon la masacre en el Puente
Pueyrredón, como segunda opción nos metieron
elecciones / Pero el Fondo Monetario sigue reclamando
que la corten con los piqueteros / Con las empresas
con control obrero, asambleas vecinales”.
Sr. Esperanza, Las Manos de Filippi.






Itinerario:


1) Demodura y dictacracia.
2) El capitalismo como genocidio de la excedencia.
3) El laboratorio Telefónico.
4) Autogobierno: un mundo posestatal.



3)El laboratorio Telefónico.



“Este es el decálogo de dispositivos de control que Telefónica utiliza (…) Patrullaje de policía uniformado, con chaleco antibala. En caso de conflicto laboral, guardia de gendarmería permanente con armas largas y cortas. Lugar de trabajo: box de
escasas dimensiones sin apoyabrazos y tabicado de ambos lados, evitando toda
visualización con otro trabajador. Cambio permanente de la fuerza de
trabajo, recambio de trabajadores con contratos de diversas modalidades.
Pasado el tiempo estipulado por la empresa para contestar la demanda a solucionar, la llamada se corta y la descuentan del sueldo. Aumento de la carga horaria de trabajo y reducción de los descansos en la jornada laboral. Imposición de ritmos mediante la automatización del proceso (…) Escuchas y grabaciones permanente
como supuesto método de mejoramiento del servicio (…)”.

“ Nos sentamos frente a la pantalla y no paramos de atender clientes (…) Tenemos veinte minutos de descanso (…) Mientras trabajamos, a través de la pantalla o por mails internos, se nos aconseja que no vayamos al baño (…) hay que atender al cliente y gestionar el reclamo en 215 segundos. En caso contrario, comienza a deteriorarse nuestro salario (…) la sonrisa dibujada ya que nos graban y nos califican de 1 a 4, siendo 3,7 el límite para que pierdas el quince por ciento de tu remuneración (…) evitar el saludo, ya que según nos recuerda nuestro supervisor referente no venimos acá para hacer relaciones públicas sino para trabajar”.
Nota: Picadoras “Call Center” y relato de un trabajador de Telefónica Argentina; revista proyectos 19/20, diciembre de 2004.


“No soy una cosa, sino espontaneidad que
desea, que ama, que anhela, que actúa”.
Simone de Beauvoir.



No terminaba de apagarse la autodeterminación del cuerpo de delegados y las asambleas de base en Metrovías, tornando inservible a la burocracia de la UTA para canalizar el combate contra los patrones y su estado cómplice; no se reponen los capitalistas al comprobar que durante los ’90 echaron medio millón de empleados estatales y, en cambio ahora, apenas despiden a uno, si, a un sólo ferroviario y se paralizan las tareas; no terminan de detener en Caleta Olivia a desocupados por okupar los medios de producción que en manos empresarias constituyen la doble condena de trabajo esclavo y desempleo; que, otros compañeros, unos pocos días después, pero ahora en la localidad de Las Heras, hacían lo mismo. El capital y su estado no terminaban de digerir tantas malas nuevas, que a caballo, entre la antagonía docente bonaerense y la toma histórica del Congreso Nacional por sus empleados, emerge con el conflicto telefónico, un verdadero laboratorio de la insubordinación del general intellect.

Ya no son, únicamente, los dirigentes de la centroizquierda sindical y partidaria de la CTA los que comprendieron que la autonomía de la multitud llegó para quedarse. Ahora gremialistas de la CGT intentan capitalizar los reclamos motorizados por las bases.

• En El Capitalismo La Lucha De Clases Se Corrobora De Una Manera Fetichizada, Cosificada Y Absurda, Pervertida Y Desplazada, Invertida Y Demencial.


La mezcla de independencia de clase y espontaneidad organizada del conflicto, un microcosmos antagónico entre la autonomía de la multitud y los capitalistas, no nos permite obviar el trabajo organizativo de los últimos años de las corrientes de la izquierda partidaria con los trabajadores telefónicos. El respeto por la democracia asamblearia es un método político donde la autonomía organizada y los partidos de izquierda deben extremar los esfuerzos para lograr caminar juntos, sin por esto, negar la singularidad de cada uno. Sin tener que olvidar, cada quien, victorias y derrotas. Pero permitiendo que ninguna disputa sectaria, ni las traiciones como “déjà vu” (como aquello vivido en el pasado que aparenta retornar al presente como mera repetición. Que castra el hoy por la memoria del ayer, creyendo, que ya se ha transitado lo que está aconteciendo de manera inédita) impidan el desarrollo de la democracia directa de los trabajadores que está en curso. Un comportamiento de clase prohijado desde los orígenes del anarquismo; y sostenida por las corrientes del marxismo libertario, consejista y autonomista. Una forma de construcción social que resignifique, para la época posfordista, la democracia obrera de otros tiempos.

En el capitalismo la lucha de clases se corrobora de una manera fetichizada, cosificada y absurda, pervertida y desplazada, invertida y demencial. Las relaciones sociales son consideradas como relaciones entre cosas; no entre individuos sociales sino entre individuos abstractos. El capital se presenta como una “cosa” de la que dispone el empresario que compra la fuerza viva del trabajo como si fuera otra “cosa”; a cambio, de un salario que le sirve al empleado, a su vez, para comprar los bienes y servicios que le venden en el mercado como un conjunto de “cosas”. El trabajo humano pasa a ser una función paga por la “cosa” dinero como forma del capital; y el creador, un asalariado cosificado. Las formas del capital son formas pervertidas de la práctica humana, formas sociales de un movimiento permanente de inversión de la subjetividad del trabajo en la objetividad del capital y; de la objetividad del capital en la subjetividad del trabajo.

• Ganar Mas No Conlleva La Extinción De La Explotación. No Se Deja De Ser Un Esclavo Porque Se Tenga Mas Plata En El Bolsillo.

Luchar por un mejor nivel de vida sin superar las relaciones sociales capitalistas, (lazo despótico que produce y sostiene la sociedad capitalista) da como resultado, en el peor de los casos para los empresarios, que la lucha gremial quede circunscripta a trabajar por mejores condiciones y pelear por ganar siempre un poco mas. Ciertamente, con esto, no se descalifica la lucha gremial. La multitud debe rescatar todas las cuotas de plusvalor posible que le roban los patrones. Trabajar menos y ganar mas, la disputa por un mayor presupuesto educativo, mas planes sociales y mejor pagos, el incremento de partidas para obtener una mejor cura en el sistema estatal de salud, y los subsidios para las empresas recuperadas, responde a esta lógica. Esta es una forma de combate contra el capital que no debe hacer de la necesidad virtud. Ganar mas no conlleva la extinción de la explotación. No se deja de ser un esclavo porque se tenga mas plata en el bolsillo. El salario también es una relación social; mas allá del sueldo que pague, este o aquel, capitalista. Los sueldos sólo pagan “una parte” de todo lo que hacen los empleados; el resto se lo lleva la patronal al disponer del capital que acumuló socialmente, que compró previamente, “toda” la fuerza de trabajo de cada uno de sus empleados. Pero la ganancia capitalista no se realiza adentro de la empresa. La reapropiación del “plus trabajo” que excede al uso sin valor monetario, el “plus valor” del trabajo como valor de cambio acumulable, se produce en el mercado. Apropiándose los capitalistas, bajo la forma del dinero, de la porción excedente del trabajo acumulable en moneda. Una ganancia que proviene, no sólo, de todo el trabajo que realizaron los asalariados; sino también, del trabajo de los des-asalariados subsumidos en el capital con su autoempleo. Unos y otros, son la multitud que autovalora al capital en su conjunto como relación social mercantil. Antagónicamente, aboliendo al capital como lazo social que los exprime y subordina, los excreta y reprime; unos y otros, están en condiciones de auto valorarse desde el uso y consumo recíproco sin valor económico de todo lo que hacen.

• ¿Qué Política Autónoma En El Terreno Sindical?

La antagonía del hacer de características estrictamente gremial, resulta una lucha contra la objetivación de la subjetividad humana hecha capital, pero aún, en el terreno de la cosificación salarial del capital. Nunca olvidemos que el capital es trabajo acumulado y que el salario es bifronte: es capital circulante y medida de la reproducción de la fuerza de trabajo. En cambio, la potencia de trabajo no tiene medida. Disponer de mas plata no nos hace mas dignos, sino apenas, mas consumistas de los bienes que reproducen el trabajo como mercancía y capital.

Pero entonces, ¿Qué hacer? ¿Cómo disfrutar de mejores condiciones de empleo y no quedar encerrado en el círculo meramente reivindicativo, de obtener mas dinero, a cambio de entregar el excedente de trabajo humano que alimenta al patrón? ¿Qué política autónoma en el terreno sindical?

En el conflicto telefónico late el anticapitalismo de la multitud productora de valor. El aumento salarial (una reapropiación monetaria de una mayor porción del hacer, después de haber sido expropiada por los empleadores y cosificada como capital), no se podría haber obtenido sin la unidad de la clase trabajadora telefónica. Sin todas las variantes de la fuerza de trabajo de la multitud asalariada de las comunicaciones. Tanto del operario dedicado a las reparaciones y el data entry, como las compañeras del hall center y los controladores del sistema automatizado de comunicaciones; tanto el personal de maestranza como las empleadas designadas a la atención personal al público. Todos, ellas y ellos, lucharon al unísono contra la patronal.

• Por Si Hiciera Falta, Lo Reiteramos Una Vez Más: El Posfordismo No Significa La Desaparición Del Proletariado Fabril.

Desde las jornadas insurrectas del 19 y 20 de diciembre de 2001, algunos reclaman, que la clase obrera no ha entrado a la lucha. Pero no es así. La que toma el centro de la escena es la multitud, que está compuesta, entre otros sectores, por la nueva clase obrera. Una clase que, como tendencia, tiene al trabajador de producción inmaterial como su nuevo paradigma epocal.

Por si hiciera falta, lo reiteramos una vez más: el posfordismo no significa la desaparición del proletariado fabril. Sino, el pasaje de la hegemonía del trabajo manual al intelectual; del asalariado fabril al asalariado de los servicios; de la plusvalía absoluta a la relativa; de la subsunción formal del trabajo en el capital, a la subsunción real de la multitud, móvil y difusa, en la mercancía; del obrero masa de producción material en serie, al obrero social creador inmaterial y singular de lenguajes y afectos, estilos de vida y conocimientos, que autovaloran al capital. Del trabajo obrero encerrado en la fábrica al trabajo obrero subordinado por el capital en toda la trama social. Tendencia que los últimos conflictos (la venta ambulante y prostitución, los desocupados y presos, el telefónico y ferroviario, docente y subterráneos) confirman. Un empleado posfordista del capital: polivalente, precario y excedente; a diferencia del obrero fordista: profesional, con contrato por tiempo indefinido y circunstancialmente desocupado. Una clase obrera que no se desarrolla exclusivamente en el ámbito fabril, pero no por ello, resulta menos generadora de plusvalía.

Si la multitud es un concepto de la clase productora, entonces, esta clase está compuesta por todos los creadores de riqueza que, o venden su obrar al capital, o sino, se mueren de hambre. Estén ocupados por lo patrones o estén desocupados y autoexplotados. Sean privados y estatales. Estén en blanco o en negro. Tanto asalariados directamente por un empresario, o autoempleados para el mercado. Trabajen como operarios industriales, o como técnicos calificados de la nueva economía de los servicios. Sean hacedores cuya labor resulta básicamente manual, como de aquellos cuyo empleo resulta hegemónicamente intelectual. Sean trabajadores que reproduzcan su fuerza de trabajo por encima de la línea de la pobreza, o por debajo de la línea de la indigencia.

Los empresarios, el estado, el gobierno de Kirchner; están en problemas y lo saben. Ya no luchan visiblemente solamente los piqueteros, vendedores ambulantes y prostitutas, como en los primeres meses de su mandato. Ya no los acosa a los empresarios, únicamente, el excedente de la fuerza de trabajo como pobreza, como desperdicio del capital y fuerza obrera residual. Sino que toma la iniciativa el excedente de la fuerza viva como riqueza invaluable del trabajo inmaterial. Ya no son exclusivamente los piqueteros los que interrumpen la circulación de los productos, al bloquear con sus cortes de ruta, el flujo de la mercancía proveniente del trabajo humano. La toma de los medios de representación y producción, circulación y reproducción, del valor del trabajo como forma capitalista de la mercancía; sea el Congreso Nacional, la refinería Termap, las autovías, las empresas telefónicas; demuestra, la antagonía de la excedencia del trabajo como riqueza y pobreza, que subyace y aflora de manera deforme, en la batalla sindical por el aumento de sueldos y por la creación de nuevos puestos asalariados. Por su puesto, que los burócratas sindicales de todos los colores quieren limitar la antagonía del trabajo a un exclusivo medio de presión contra la empresa para negociar los términos de la explotación. Y no como terreno para la extinción del asalariamiento del hacer que mantiene con vida al capital, y a ellos como mediadores, de la sociedad de la compraventa.

• Al Capital Le Sobran Asalariados.

Si bien fuera de época, el golpear y negociar, el neo-vandorismo vuelve a estar de moda. Un viejo dispositivo sindical propicio en la era del pleno empleo del obrero fordista. Que podía canalizar toda la fuerza de trabajo como capital variable. Pero ahora, en la era del intelecto general de masas como fuerza cooperante del común, que excede la capacidad de representación capitalista en todas sus formas, resulta terriblemente peligroso para los burócratas.

La nueva subjetividad puesta en juego en este conflicto por parte del novel trabajador posfordista (carente de hipotecas neovandoristas, que detesta la competencia que le impone el capital de unos contra otros, y que aprecia cada una de las tareas cooperantes de sus compañeros para que todo el sistema telefónico funcione) no conoce mas obstáculos a su potencia, que aquellos que le impone el propio capital y el estado. Uno, como máquina que captura su hacer, y el otro, como gerenciamiento de lo hecho. Ambas, formas de dominio que bloquean el flujo de una potencia autodeterminada que busca liberarse. Esas características orgánicas del trabajo, son las que facilitan, su propia autoorganización y el repudio al viejo vandorismo.

En el caso de los jóvenes y precarios pasantes, sobreviene el imaginario superador de sus mayores. Se pasó de “mi hijo el doctor” del fordismo, a mi hijo gerente de Telecom de la primera ola posfordista menemista; a la necesidad de sepultar, en todas sus formas, el viejo imaginario capitalista del ascenso social a costa de pisarle la cabeza a sus propios compañeros. Nace un nuevo imaginario descendiente de la segunda marea posfordista, que proviene de la potencia del común autovalorada, y de la singularidad colectiva del nuevo individuo social posfordista.

¿Que pasó que el servicio telefónico no colapsó? Después de la campaña aterrorizante de los medios masivos de comunicación, integrantes del poder de los empresarios, Argentina, no quedó incomunicada. ¿Por qué? La robotización (que posee el sistema IP de comunicaciones) marca claramente que el trabajo humano hoy tiene como función vital para los empresarios, atender y vigilar el proceso productivo y reproductivo del capital. Ese control, es lo que valoriza el trabajo muerto que hay en cada computadora y en cada fibra óptica, en cada cable y cada satélite. Medios de producción que crearon, tendieron y lanzaron, otros trabajadores con anterioridad.

Las comunicaciones no se cayeron. Esto demuestra cuán excedentaria es la jornada laboral de los trabajadores telefónicos. Sin una relación social capitalista; es decir, sin una atadura del trabajo a cambio de una paga, los telefónicos, no necesitarían vender su potencia de trabajo, y las comunicaciones, funcionarían igual. Seguramente con unas pocas horas al día, a la semana, o al mes, todo el sistema sería puesto a punto para beneficio de toda la multitud.

Al capital le sobran asalariados. Desde la privatización de ENTEL, bajo el primer embate posfordista sobre los telefónicos, se despidió al 60 por ciento de la fuerza laboral de la ex-empresa estatal de comunicaciones. Además, con la segunda andanada posfordista, con la tecnología IP que se utiliza para Internet, se está reemplazando aceleradamente las viejas conexiones telefónicas. Mientras tanto, las empresas de telecomunicaciones exigen aumentos de tarifas; cuando con este sistema automático se ahorran el capital circulante de los salarios de miles de puestos, para ser utilizados, como capital fijo bajo la nueva tecnología. Con la plataforma IP se habla por Internet sin pagar larga distancia. Se aplica la tarifa plana que se cobra para usar la “World Wide Web” (WWW). Estamos ante la desaparición de la vieja telefonía y un pasaje acelerado al nuevo sistema. Bajo el modo IP la señal se comprime ocho veces; o sea, usa ocho veces menos espacio de tráfico por cable y satélite. Actúa sin centrales telefónicas y por largas temporadas no requiere mantenimiento alguno. Así, el capital-telefónico, no sin resistencias de su parte, continúa pudiendo aumentar los sueldos. Porque con la nueva tecnología IP ha podido aumentar por siete sus ganancias.

• La necesidad del trabajo de autovalorar las máquinas, de medir en tiempo y moneda lo invaluable de toda la cooperación inmaterial del común, desquicia al capital como maquinaria de lo social.

¿Qué queda de la jornada por un trabajo “digno”, pagado por un salario, que dura diez, doce y catorce horas diarias? El asalariado hace marchar, gestiona y repara el complejo telefónico, pongamos por caso, con un par de horas diarias. El resto, no es más que trabajo excedente, superfluo, innecesario; pero vital, para que el sistema capitalista funcione como dispositivo capturador de valor y creador de lucro empresario. Entre 1991 y el 2000 la controlada por España, Telefónica Argentina, ganó 3.660 millones de dólares. Un millón de “argendólares” por día. Y la controlado italiana y francesa, Telecom, ganó 2.543 millones de dólares. En el 2003 Telefónica y Telecom se ubicaron séptima y novena, cada una, entre las mil empresas que más venden en la Argentina. ¡Y todavía Telefónica tiene el coraje de demandar al estado argentino, por 2.800 millones de dólares ante los tribunales extranjeros, por la pesificación del 2002!

El trabajo sobrante y acumulable resulta el único sentido que tiene, para el capital, el trabajo humano. Por ahora tan sólo existe porque la conexión social que funda y sostiene el capitalismo es el excedente de trabajo que valoriza al capital. Pero al mismo tiempo, la necesidad del trabajo de autovalorar las máquinas, de medir en tiempo y moneda lo invaluable de toda la cooperación inmaterial del común, desquicia y exaspera al capital como maquinaria de lo social.

• Para Liberarse Del Capital Hay Que Liberarse Del Trabajo.

Si se trabaja diez horas, y con dos alcanza para que las comunicaciones funcionen; entonces, las ocho horas restantes es sólo plus-trabajo, plus-valor y plus-valía, que termina en las arcas de los patrones para valorizar el capital. Una ganancia que es trabajo acumulado y una de las formas que adopta el capital. El dinero como capital circulante, como salario, permitió comprar la fuerza de trabajo como mercancía, retornando como ganancia, después de vender los servicios de comunicaciones. Valorizando de esta forma, la tecnología puesta en juego, como trabajo muerto acumulado.

Para liberarse del capital hay que liberarse del trabajo. En la Argentina, nunca como ahora, la lucha sindical se relacionó mas consustancialmente con la antagonía del trabajo. Se podrá alegar que es una locura plantear la abolición del trabajo. ¿Pero acaso no era un delirio para los mismos sindicalistas de la CGT y la CTA, hasta hace poco tiempo, que los trabajadores plantearan la toma de los medios de producción, el cese de actividades, y la visibilización en la vía pública del conflicto de clase entre el trabajo y el capital? Los mismos eunucos de la imaginación ¿No hubieran considerado un disparate tomar el Congreso Nacional para pedir un aumento de sueldo? Por lo visto hasta el presente, el futuro estará repleto de acciones y pensamientos que hoy parecen demenciales.

• Los trabajadores también pueden ponerle un valor a su hacer. Un valor carente de toda media monetaria, un valor de uso. Un uso, goce y consumo del hacer sin valor dinerario. Una medida sin medida mercantil. Una medida que niega todas las medidas de la compra venta. Una medida del no trabajo.

El trabajo inmaterial: cognitivo y comunicativo, imaginativo y creativo, virtuoso y afectivo, altera al capital. Es una viva potencia humana mayor a cada uno de los actos del trabajo como fuerza. Su sociabilidad, su inconmensurabilidad, pervierte la teoría del valor. Para acumularlo, el capital necesita medir el hacer, calcularlo en dinero; precisa cuantificar la fuerza-trabajo. Pero la fuerza viva del trabajo inmaterial es algo más que la energía de un trabajo totalmente acumulable. Es un trabajo excedente que desborda y se le escapa al capital.

Los trabajadores también pueden ponerle un valor a su hacer. Un valor carente de toda media monetaria, un valor de uso. Un uso, goce y consumo del hacer sin valor dinerario. Una medida sin medida mercantil. Una medida que niega todas las medidas de la compra venta. Una medida del no trabajo. Una no medida del trabajo como valor de cambio. Un éxodo del comando patronal y un rechazo al trabajo mercantil. Su resultante colectiva, en todo caso, es la exclusiva medida del empleo necesario para que el sistema social anticapitalista funcione, el resto, sobra. La diferencia, el tiempo excedente, es trabajo para los capitalistas que queda abolido, y se transforma, en tiempo libre de trabajo.

El rechazo al trabajo bajo el capitalismo, constituye, la medida de los futuros conflictos anticapitalistas. Mas aún, en el caso de los trabajadores del cognitariado. Cuyo productividad del trabajo superabundante es mas pronunciado bajo la plusvalía relativa y la completa subordinación del trabajo al capital. A diferencia, del trabajo bajo la dominancia de la plusvalía absoluta, que solo incluye parcialmente el trabajo en el capital, y facilita, que todo excedente sea acumulable.

Si la práctica sindical del trabajador inmaterial tiene todavía algún destino emancipador, es producto, de su constitución biopolítica. El trabajo como vida artificial en sociedad, como bios humana, desarrollado comúnmente y por el común singularizado (vale decir, como producto colectivo y político) resulta la marca distintiva de la bio-política auto-valorizante del trabajo. Y por ello, preeminente y autónoma que puja en contra, y mas allá, del capital que busca obstaculizarlo y subordinarlo a su dominio.

Reducir la escaramuza sindical a una exclusiva lucha por mas salario, o por igual remuneración pero por menos horas de empleo, resulta, en el mejor de los casos, la mejor carnadura para la consigna de la reducción de la jornada laboral. Teniendo siempre en claro que se continúa luchando en el terreno del ligadura social capitalista del trabajo como mercancía.

Toda resistencia del trabajo contra el capital pelea por ser cada vez menos excedente y explotada. Pero disociada del resto de la multitud, no supera, ni puede superar por sí sola, al capitalismo como encadenamiento nacional y universal que se extiende mas allá de la estrechez de las empresas de telefonía. Una sujeción planetaria constituida a partir de la violencia económica del robo del trabajo humano a cambio de dinero; expandida por la circulación de las ganancias acumuladas proveniente del plusvalor en su forma monetaria a través del mercado financiero; y garantizada por la subordinación y el consenso del trabajo bajo la soberanía del estado, como una forma mas, de la mercancía.

Pero el universo capitalista se desarrolla en cada país capitalista. Los hacedores no esperan el momento óptimo para lidiar mundialmente contra el capital, sino que con su antagonía, crean los momentos propicios para vencerlo. El capital como universal concreto que se despliega en la Argentina, enfrenta la antagonía concreta de los trabajadores argentinos.

No acantonar la pelea en la porción que opera las comunicaciones, significa, potenciar el anticapitalismo de los telefónicos con la coordinación de las diferentes formas de contienda que adopta la multitud en su antagonía al trabajo. Un antimercantilismo que está latente en la reapropiación de los empleados que recuperan sus empresas, la autogestión piquetera, y las asambleas vecinales. Las tomas de los medios de producción como arma de presión para un obtener un mejor sueldo, son los prolegómenos, de una reapropiación colectiva que supere el exclusivo beneficio de los empleados involucrados. Se va pergeñando la puesta a disposición de las comunicaciones para uso y consumo de toda la multitud. De esa manera el combate sindical se entrelaza con el poder constituyente del trabajo en su conjunto, apoderándose del capital tecnológico, y deviniendo, vida fluida de las comunicaciones del común sin el bloqueo del capital.

A partir de la toma de los medios de producción en beneficio propio y de toda la multitud (y de la abolición de la acumulación del trabajo que realizan los empresarios, y de la propia autovaloración cooperante del trabajo) se termina con la separación de los empleados de las comunicaciones del resto de la vida social, reconociéndose todos, como una fuerza viva del hacer del conjunto de la multitud cooperante.

• El Rechazo Al Trabajo Bajo El Capitalismo, Constituye, La Medida De Los Futuros Conflictos Anticapitalistas.

El arsenal de la multitud afila sus nuevas armas. Reactualiza las viejas estrategias de la clase obrera y funda otras novedosas. Se cortan las avenidas y las calles circundantes a los edificios telefónicos para no ser “cazados” adentro de la empresa, y se toma los establecimientos para que los dirigentes sindicales venales no tengan las manos libres para traicionar los conflictos. Piquete y toma. Huelga y asamblea. Acción y discurso. Ocupación del espacio público y privado. Batalla económica y simbólica. Democracia obrera y autogobierno del conflicto.

Como toda relación de poder capitalista mostró su carácter binario, inestable y conflictivo, entre el trabajo y el capital. La lucha del creador inmaterial de las comunicaciones, permitió constatar, un basto laboratorio de herramientas del dominio capitalista y del sabotaje de los trabajadores:

1) Huelga y okupación; y contraataque de la patronal con la judicatura para habilitar, por intermedio de la violencia estatal, un brutal desalojo.

2) Disputa obrera contra “el sentido común” de los salarios miserables, interpelando al 65 por ciento de la multitud empleada y autoempleada por debajo de la línea de la pobreza; opuesta a los canales de televisión que separaban de manera tajante al trabajador telefónico del usuario trabajador, invisibilizando un conflicto que involucra a toda la clase productora contra el capital.

3) Cooperación en la lucha, impugnación del imaginario de tener que tolerar cualquier trabajo por una paga miserable para no ser despedidos, y contra el cúmulo de humillaciones que infrinjan los patrones a los empleados; contra la “Calidad Total” de la empresa que impone la competencia entre trabajadores para que disputen entre ellos a quien se le aumenta los salarios y a quienes no, precarizando el empleo bajo el argumento de evitar mayores despidos, y aislando a los empleados bajo el pretexto que una mayor sociabilidad resiente la productividad del trabajo.

Cuando en realidad el capital lo que hace es fracturar la fuerza cooperante inmaterial, y segmenta a la clase productora entre un cada vez mas pequeño grupo de estables y una mayoría de intermitentes. Logrando de esta forma, evitar los aumentos de salarios, ante el temor de los recurrentes despidos. Inestabilizando a toda la fuerza laboral con el pánico de la precariedad.

4) Desnudar las ganancia patronal para que el capital pague los aumentos; versus las empresas que esperaban solventarlo con un nuevo tarifazo.

5) Tranquilizar a la población que no se iban a quedar incomunicados; frente a las cloacas informativas de los mass media que la aterrorizaban con la caída del servicio público. No olvidemos compañeros, que la empresa Telefónica controla la frecuencia de radio Continental y el canal de aire Telefé, entre otros.

6) Toma de los medios de producción; contrapuesta al envío empresarial de los nuevos grupos de tareas para-estatales queriendo recobrar -sin Falcon verde pero con igual impunidad- los edificios por la fuerza. A cargo de la seguridad de los modernos “pretorianos” privados estuvo Norberto Carvajal. Una mano de obra ocupada de la última dictadura militar del capital, denunciado por la CONADEP y, por lo visto, para nada desocupado en la democracia del capital-parlamentario.

• La disponibilidad del trabajo no es algo que sólo ataque a la fuerza laboral descartada por el capital por infravaluable o subvaluada, bajo la forma del desempleo y la pobreza. Por el contrario, el excedente superproductivo de trabajo inmaterial es el “plus” de riqueza cooperante que carece de medida y del que no puede apropiarse el capital. En ambos casos, es un hacer inacumulable.

Pero avancemos un poco más. En el conflicto telefónico reverbera la autonomía que marcó la lucha en Metrovías; de igual modo que antes los pasantes de Telefónica contagiaron con su coraje la formación independiente de asambleas. Se demostró que los conflictos salariales de la nueva clase obrera, del trabajador inmaterial que compone la multitud, se pueden sostener y organizar. Si el clásico sindicato peronista operaba como correa de transmisión del pleno empleo en beneficio del capital; a partir de la década pasada abandonó a los desocupados a su suerte, y ni siquiera defendió un mayor valor del salario de la clase de los ocupados por el capital. En un caso facilitando la excedencia de trabajo des-asalariada, y en el otro, consintiendo la precariedad de los empleados asalariados. Ambos integrantes de la multitud -en tanto clase- que soporta y se subordina al capitalismo o lo puede hacer colapsar.

Los trabajadores primero se autoorganizan defensivamente por fuera de los viejos sindicatos de manera semiclandestina. Iniciando de este modo una práctica, que al pasar a la ofensiva, bien puede comenzar obteniendo aumentos salariales, hasta concluir, con su total emancipación del yugo del trabajo por un jornal. Sin la necesidad inexorable, de antes haber conformado, un nuevo sindicato.

La disponibilidad del trabajo no es algo que sólo ataque a la fuerza laboral descartada por el capital por infravaluable o subvaluada, bajo la forma del desempleo y la pobreza. Por el contrario, el excedente superproductivo de trabajo inmaterial es el “plus” de riqueza cooperante que carece de medida y del que no puede apropiarse el capital. En ambos casos, es un hacer inacumulable. Uno material y subproductivo; el otro, inmaterial e hiperproductivo. Uno es lo sobrante, lo innecesario del trabajo porque su valor está por debajo de la autovalorización maquínica del capital; el otro, porque está muy por encima de la acumulación de ganancias privadas. El trabajo supernumerario cuestiona las formas políticas de la mercancía que adopta el capital. Formas como el estado, que ya no responde, a la nueva criatura constituyente proveniente de la carne y el intelecto del trabajador posfordista.

La excedencia laboral, y el trabajo cooperante, son cualidades que llegaron para cortocircuitar todas las formas representativas del valor de cambio del trabajo: el sindicato del obrero masa, el partido único de vanguardia y el estado nacional. De ahí, las nuevas formas que adoptan los desocupados como movimiento piquetero; y del general intellect con las asambleas y los cuerpos de delegados, que se organizan mas allá, del sindicato legalmente reconocido.

Las formas reguladoras del capital están perdiendo su predominio sobre el trabajo. Como en el caso de las bases y las nuevas comisiones internas de los docentes bonaerenses y empleados de Metrovías. Si el gremio oficial acepta la conciliación obligatoria dictada por el gobierno para frenar la antagonía del trabajo, entonces, se la viola. Si los partidos no acatan la democracia asamblearia, no se los respeta. Si los patrones no legitiman a los nuevos cuerpos de delegados, se les impone con la lucha, su reconocimiento.

• Siempre que los patrones incorporan nuevo trabajo muerto, en su forma de capital maquínico, es para ahorrarse sueldos y dominar más intensamente la subjetividad laboral.

En los años´90 los empleados de los servicios públicos resistieron, mas o menos desesperadamente, la consolidación del pasaje del fordismo al posfordismo que se había iniciado en 1976. Lucharon, pero terminaron padeciendo, 500.000 despidos. Contrariamente, ahora los ferroviarios, ante uno sólo de ellos que queda en la calle, frenan los trenes. Estamos ante todo un cambio de época. No hace falta ser muy lúcido para constatar el poder desafiante de la multitud.

En la década pasada los telefónicos en una maniobra desesperada abandonaron sus puestos, poniendo en riesgo el funcionamiento de las comunicaciones; y el estado contraatacó militarizando la empresa y ubicando personal del ejército para operar el servicio telefónico. En esa época, el clivaje del fordismo al posfordismo estaba en la adolescencia, en cambio hoy, llegó a su adultez.

Los patrones se tecnificaron como estrategia económica y política. Económica, para recobrar la tasa de ganancia en declinación; y política, para desestructurar la resistencia obrera, enflaquecer la potencia de la clase hacedora, expulsarla de sus empleos, condenarla a la miseria, y así poder disciplinar a los privilegiados que seguían “gozando” de la esclavitud asalariada. Pero esta etapa también terminó. A partir del 2001 el capitalismo argentino afrontó la primera crisis estructural posfordista. Durante 2002, 2003 y 2004, se alimentó con una nueva y brutal acumulación originaria que está tocando su límite. Para incrementar sus ganancias los capitalistas, patrones o burgueses; tienen que subordinar, subsumir y comandar (en un grado aún mayor) el trabajo vivo. A eso responde la incorporación de nueva tecnología. Como el intento patronal de instalar expendedoras automáticas de pasajes en los subterráneos. Tengamos presente, que la tecnología en manos del trabajo nos libera de la rutina del empleo; en cambio, en manos del capital destruye puestos salariales y, aumenta en un grado superior, la expoliación de aquellos asalariados que mantienen sus puestos. Siempre que los patrones incorporan nuevo trabajo muerto, en su forma de capital maquínico, es para ahorrarse sueldos y dominar más intensamente la subjetividad laboral.

Mientras tanto, ante la antagonía de la multitud, los grupos económicos mas importantes pueden otorgar un aumento aquí y otro allá, porque incrementaron su tasa de ganancia (mientras continúan fugando la acumulación del hacer bajo la forma del envío de capitales al extranjero) y licuaron sus deudas en dólares con la devaluación del peso. Desvalorizaron la moneda nacional, que es igual a decir, que trituraron en los últimos tres años el valor del salario como pago por la energía succionada del productor.

Después de la contienda telefónica el Estado intenta prevenir nuevos conflictos con un aumento de 100 pesos (35 dólares). Que ni siquiera alcanza a todos los empleados y productores de valor, debido, a que el 50 por ciento está en negro. A renglón seguido quiere exhibir como su mayor logro que a partir de enero de 2005 no habrá ninguna persona cuyos ingresos sean inferiores a 600 pesos (200 dólares). Por lo tanto, ¡Todos pobres! El gobierno de los empresarios consolida un patrón productivo hiper-regresivo donde le garantiza al capital que la cota mínima de ingresos ubicará a los empleados por debajo de la línea de la pobreza. Lo que ni Menem y De la Rúa consiguió, ¡Kirchner lo ha logrado!

“¿Pero qué es la línea de pobreza fijada en 674 pesos? Es una cota que marca el precio de la reproducción de la totalidad de la fuerza de trabajo para el capital en su conjunto. Es el valor en moneda que mide la sobrevida de toda la clase productiva, no de este o aquel empleado. Es el costo que deben afrontar combinadamente los capitalistas privados y estatales, no este o aquel empresario. Es la suma que necesita cada productor para alimentarse y transportarse, procurarse casa y abrigo, y así volver al otro día a la empresa y el estado, que le seguirá succionando la vida, a cambio de una tarifa llamada salario.

La canasta básica alimentaria es la misma que fija la línea de pobreza y la indigencia. El valor de esta última es de $ 320 y sólo está compuesta por alimentos. Por lo tanto se supone que el productor viaja a su empleo por sus propios medios, jamás se comprará ropa y, o es propietario, o no paga alquiler, vive en la calle, en un asentamiento o en una casa tomada. Parece un sin sentido, pero no lo es. ¿Por qué? la línea de indigencia buscaba medir la reproducción de la fuerza de trabajo que circunstancialmente no estaba ocupada. No como hoy, donde hay millones de desempleados permanentes y asalariados indigentes. Era una suma que apuntaba al viejo ejército industrial de reserva del fordismo, al que apenas se lo mantenía con vida, a la espera de volver a ser explotados por los empresarios.

Hoy la línea de indigencia de $ 320, es la marca de flotación del hacedor menesteroso en constante subconsumo, antes de que se hunda y desaparezca silenciosamente por el hambre.

Además en el estado de excedencia, la línea mortal de la indigencia, viene a ponderar el gasto en asistencia social que hace falta para clientizar a las masas sin destino. Al existir productores por debajo de la línea de pobreza reproduciendo su fuerza de trabajo, sirve para establecer la canasta básica alimentaria como nuevo piso salarial. Se utiliza como referencia de los sueldos en negro, que a su vez presionan a la baja, a los sueldos en blanco.

La canasta básica de alimentos contempla que un adulto apenas consuma 250 gramos de queso por mes, no tome bebidas alcohólicas, ni fume. No como fiambres ni cereales, no pruebe la manteca ni los yogures. No abra en todo el mes, y si fuera por el capital en toda su vida, una sola lata de conservas. Por supuesto no contempla los ‘lujos asiáticos’ de diarios y revistas. El uso de internet y la TV por cable, la telefonía celular y el auto. Es una persona que debe privarse, para siempre, de cines y teatros, discos compactos y libros, regalos y vacaciones. Apenas una bestia de carga persiguiendo la zanahoria de un sueldo subhumano. Y para los indigentes desempleados ni eso. Contrariamente, debe procurar no ser una carga para que el sistema capitalista continúe funcionando. Si se muere mejor, pero en su casa y en silencio”. Colectivo NPH: Con Kirchner estamos peor, 1/8/2004.


• Aunque Sean Tapadas Por Los Medios, En El 2004, Hubo Medio Centenar Más De Empresas Recuperadas Por Sus Empleados.

¿Por qué el estado no militarizó las comunicaciones como en el menemismo? En primer lugar, porque no lo necesita. El sistema interconectado telefónico prácticamente funciona solo. En segundo término, porque después de un 19 y 20, sin poder cerrar los empresarios esa etapa de manera definitiva, los militares ocupando las telefónicas resultan impresentables. Y en tercer lugar, a diferencia de la segunda década infame, ésta, que es la tercera, ubica al 60 por ciento de la fuerza de trabajo de la multitud (profesional, autoempleada y obrera) por debajo de la línea de la pobreza. Identificándose con los telefónicos, que viven, en condiciones similares a las suyas. Una multitud que paga tarifas exorbitantes y trabaja al borde del subconsumo permanente, tuvo simpatía de clase, y protegió, a los empleados de las comunicaciones dándole su anuencia de manera explícita o implícita.

1) El accionar de la multitud es permanente. Aunque no posea la masividad multitudinaria de los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001. En noviembre de 2004 pasamos de la semana por Zanón en la Plaza de los dos Congresos; a la bronca de los desocupados tomando una refinería en Santa Cruz; mas la pelea por la democracia sindical, mejores sueldos y condiciones de empleo, de los ferroviarios y empleados del subte; además de la disputa por mayores salarios de los docentes, empleados públicos, aeronavegantes y portuarios; desarrollándose todos estos conflictos, en sólo siete días.

2) Aunque sean tapadas por los medios, en el 2004, hubo medio centenar más de empresas recuperadas por sus empleados. Se produjeron más de 150 conflictos por mejoras en las condiciones laborales y por más salario, y las huelgas aumentaron al doble en comparación al 2003. La insubordinación por los despidos en Bagley y Pirelli; la toma en Capital Federal por parte de los empleados públicos bonaerenses de la casa de la Provincia de Buenos Aires; las 10.000 personas en el festival por la defensa de la fábrica Zanón bajo gestión obrera directa; las denuncias contra la cárcel de Mendoza como verdaderos campos de concentración de la democracia capital-parlamentaria; y la huelga de hambre de los presos en Entre Ríos contra el padecimiento de condiciones infrahumanas; demuestra, que hoy los que abunda, es la rebeldía.

• La multitud se reencuentra en la lucha. Mas allá del lugar que ocupe en la reproducción del sistema capitalista, la insubordinación, es constituyente de la nueva composición de clase de la multitud.

3) Además tenemos la permanente antagonía del hacedor precario, urbano y campesino, desocupado y territorial, desindicalizado y en negro, autoexprimido y subconsumista. También integrante de la multitud pero que no tiene patrón a la vista que la expolie, sino, que es presa directa del mercado y la competencia como circulación ampliada del valor de cambio de su trabajo y reaseguro de un sistema social genocida.

4) También irrumpió en la ciudad de Buenos Aires, un “petit” 19 y 20, a partir de las cinco mil personas que marcharon autoorganizadas el 1/1/05. Otro conato destituyente luego de un crimen múltiple del capital en República de Cromañón, tras el recital, de la banda Callejeros. Una espontaneidad organizada, y una organización espontánea, que no se detuvo ante todas las zancadillas que le hizo el poder. Una antagonía que reactualizó el Que Se Vayan Todos. Una lucha por justicia en la tierra de familiares y amigos; madres y padres productoras de valor afectivo; estudiantes y desocupados; el cognitariado del intelecto social de masas (cuya formas de vida y arte, imaginarios y deseos, el capital los transforma en trabajo inmaterial, mercancía y lucro); y el universo de formas del precariado de la nueva clase trabajadora, sin destino, para el capitalismo posfordista. Matices singulares de la multitud que construyen campos comunes de afección que resultan antagónicos al estado y al capital. Un comportamiento con fuertes implicancias colectivas, y por lo tanto, fundante de nuevas formas de organización política. Una marea que resiste al capital que asesina personas con total desparpajo y que busca transformarlo todo en dinero: los bienes materiales, las muertes de los jóvenes, la pasión y el trabajo. Un homicidio colectivo que en una noche multiplicó -por dos- a los asesinados diariamente silenciosamente por el hambre; y que multiplicó -por seis- a los acribillados el 19 y 20. Una depredación que dejó cientos de chicos enfermos, física y psicológicamente, con secuelas de por vida y potenciales suicidas. Que destruyó miles de familias y vínculos amorosos. Ibarra y Chabán, estado y capital, empresarios y gobierno; respaldados por Duhalde y Kirchner, y la judicatura del capital-parlamentario. Todos asesinos y cómplices por igual. Una matrix mafiosa, impune, expoliadora y criminal.

5) Todas las nuevas expresiones de lucha de la multitud contra la inmunidad de la clase dirigente, resistiéndose a ser sometidas, pueden elegir, y así ya lo ha hecho una parte de ellos, otras formas de organización. Asambleas extra-sindicales, organizaciones sociales no partidarias, movilizaciones no pautadas por ningún organismo externo a su propia práctica y; decenas de colectivos autoorganizados de ecología y arte, contracultura y comunicación, educación y género, indígenas y rurales.

Pero si hay algo que caracteriza en estos últimos meses a la antagonía de la multitud contra el estado y los patrones son los métodos de la autonomía: ocupación de las calles desplegando el conflicto en el espacio público; decisiones consentidas de manera democrática, horizontal y asamblearia; difusión de la lucha por medios propios; reclamo por la vía de la acción directa; y toma de empresas y edificios estatales.

La multitud se reencuentra en la lucha. Mas allá del lugar que ocupe en la reproducción del sistema capitalista, la insubordinación, es constituyente de la nueva composición de clase de la multitud. Autoexprimidos, empleados y desempleados, van formando un todo común y singular al mismo tiempo. A partir de los propios intereses de cada sector van superando su visión fragmentaria. Una praxis estupendamente expresada por los compañeros de Zanón, cuando dicen, que la fábrica no es sólo de los trabajadores sino de todo el pueblo.

Sin despreciar ninguna forma de rebeldía, el desafío, es desarrollar una basta composición de fuerzas anticapitalistas que se co-relacionen en la lucha; todas ellas tributarias de las diferentes experiencias organizativas. Hace falta combatir en todo el magma de significancias sociales. En el campo de lo simbólico, en el imaginario, y en el económico. En el arte y el estado, en las aulas y la prensa, en los barrios y las empresas.

El reto no es crear “La agrupación” constituyente. Sino que, cada uno y una, cree su herramienta de insumisión. Pero como autonomía no es autismo, a partir de la voluntad de avanzar en conjunto, cada máquina de guerra podrá colaborar en instituir una red de redes de vínculos grupales, que convine, las diferentes afinidades del común. En ese intento está hoy la multitud, por cierto, no libre de tropiezos. Ningún grupo puede liberar a todos. Cada uno, y en conjunto, nos podemos emancipar de los capitalistas, el dinero y el estado; o de lo contrario, no habrá liberación del amarre social mercantil. Esta es una tarea para todo un movimiento de movimientos anticapitalistas, que reflexione críticamente, sobre lo hasta aquí hecho y lo que resta realizar.

En el posfordismo, no hay subjetividad escindida de la objetividad. Ni cambio social parcial que sustituya un cambio social de raíz. Resistencia no es victoria. Dicho de otro modo, sin un área autónoma anticomercial no hay trabajo vivo independiente de la dominancia del capital como trabajo muerto acumulado. Pero ni aún así, esto reemplaza la necesidad de abolir social y completamente el trabajo como mercancía, como valor de cambio que adopta el capital en todas sus variantes: como salario y ganancia, interés y renta. Una subjetividad del hacer objetivada en lo hecho, que circula de manera ampliada en el mercado bajo el comando del estado. Una sociedad de la compraventa cuya clase privilegiada se opondrá con todas sus fuerzas para que la revolución social puesta en movimiento no termine con ella.

22 de febrero de 2005.


Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.








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