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(spanish) Bombas en Londres: la gran farsa criminal del Imperio (II)

A. | 19.07.2005 10:10

(continuación)

•¿Por qué las autoridades británicas han estado insistiendo desde hace más de un año en lo “inevitable” de un atentado de este tipo? En declaraciones a BBC Radio 4 el día 9 de julio, Blair afirmó de nuevo: “ni toda la vigilancia del mundo puede evitar lo que ha ocurrido”. ¿A qué se debe que los representantes de un régimen político que ha vivido durante décadas un gravísimo problema de violencia política que ha causado miles de muertos en su propio territorio, y que nunca han dejado traslucir vulnerabilidad sino firmeza, repitan una y otra vez que no se puede hacer nada ante estos ataques? ¿Se ha esfumado súbitamente la soberbia de sus dirigentes, o estamos más bien ante un mensaje dirigido a la población de su país –y quizás también de otros- para prepararla mentalmente y hacer que asuma con más facilidad lo que estaba programado que ocurriera?

•Es recomendable ver los vídeos de las primeras declaraciones de Tony Blair porque son realmente interesantes. Su primera intervención desde Gleneagles fue realizada con serenidad y una calma absoluta en formato de breve discurso perfectamente memorizado. Sin embargo, alguien debió hacerle algún comentario porque en su segunda declaración hace esfuerzos para aparecer visiblemente emocionado. Tras ambas intervenciones, se anunció que Blair no suspendía la cumbre del G-8, que se iba a trasladar a Londres y que al finalizar la tarde volvería a Escocia. Teniendo en cuenta que según la versión oficial de ese momento los atentados (se hablaba entonces de 9 explosiones) habían sucedido sin aviso previo a lo largo de la mañana en diferentes puntos y medios de transporte, ¿cómo podía tener en ese momento la certeza de que no iba a haber más sobresaltos y de que tras una breve estancia en Londres podría volver sin más a la cumbre? Pero volvamos al discurso de Blair. Una idea en la que ha querido insistir desde que ocurrieran los hechos es la de que no puede haber dudas respecto a la identidad de los ejecutores: se trata de una acción del “extremismo islámico”. Aunque en los primeros instantes nadie podía dar por supuesto quiénes eran los autores y qué motivaciones ideológicas concretas tenían, cualquier observador puede percibir que las autoridades británicas no han recurrido al concepto abstracto de “terrorismo”, sino que han querido hacer hincapié en la idea de un islamismo exacerbado que se contrapone a “nuestros valores y nuestro modo de vida”. Un lenguaje que se inscribe en el discurso del enfrentamiento entre culturas. Es decir, en lugar de esperar una reivindicación y obtener más datos o simplemente considerar a los supuestos criminales como asesinos aislados, enloquecidos y sin apoyo, se les adjudica en la práctica y de manera inmediata nada más y nada menos que la representación de una civilización portadora de una ideología maléfica. Y para colmo se pone conscientemente a la comunidad islámica del país en el ojo del huracán cuando en los días inmediatos a la tragedia las autoridades insisten una y otra vez en hablar de ella, de sus actividades, organizaciones, mezquitas, madrasas, clérigos, etc. No contentos con eso, y para que quede claro en el imaginario colectivo hacia dónde deben dirigirse las miradas, insisten en la necesidad ineludible de establecer contactos con ese mundo y nos informan de las conversaciones que mantienen con sus representantes. El mensaje que se envía a los ciudadanos mediante esta forma de actuar viene a decir “la comunidad musulmana en sí no es culpable, pero el mal se encuentra entre ellos y hay que ayudarles a que lo extirpen”. La consecuencia práctica de todo ello es al menos otro asesinato de una persona de origen pakistaní y otros ataques fascistas contra población inmigrante.

Unos días después -qué casualidad-, la ONU anuncia que se van a poner en marcha iniciativas encaminadas a desarrollar “un diálogo entre culturas para combatir el terrorismo internacional de corte islamista”, y vuelve a salir a colación el engañoso concepto de “alianza de civilizaciones”. El guión sigue cumpliéndose, y se vuelve a dar un paso más nuevamente de signo ideológico (¿no resulta exagerada la rapidez con la que se ha desarrollado desde el día 7 tanta obsesión por la ideología?): en declaraciones efectuadas el sábado 16 de julio Blair matiza la expresión de “choque de civilizaciones” cuando señala que en realidad se trata de una lucha contra “ideologías diabólicas”. Casi al mismo tiempo (¡qué curiosa y espléndida coordinación!) el politólogo estadounidense Seth G. Jones, especialista en Oriente Próximo, terrorismo y reconstrucción política que trabaja en la RAND Corporation –que según El País es uno de los centros de pensamiento más veterano de Estados Unidos- afirma en varias entrevistas que “contra el terrorismo, la guerra es de ideas”. Sin dejarnos cegar por el cinismo, hipocresía y maquiavelismo de todas estas declaraciones, es necesario que reparemos en algo: estamos asistiendo desde hace tiempo a un proceso de reconfiguración de las reglas de juego internacionales, y en este proceso la superestructura, el mundo de las ideas, cobra más importancia de la que le solemos dar. Se puede percibir que, a diferencia del coche bomba de Omagh o del atentado más sangriento en la historia del Reino Unido (Lockerbie, Escocia), las extrañas bombas del metro han hecho subir automáticamente un peldaño más en la ofensiva ideológica de los dueños del mundo.

•Se ha hablado de ello pero es preciso insistir en esta cuestión: ¿por qué unas semanas antes de la masacre las autoridades disminuyeron el nivel de alerta por peligro de atentados? El día 1 de julio comenzaba la presidencia británica de la Unión Europea; el día 6 Londres participaba en la elección de sede olímpica para el 2012 y el día 7 empezaba la cumbre del G-8. A pesar de que nada se ha venido abajo por los atentados (parece que no era ese el objetivo de sus autores), ¿no se supone que se trataba de eventos de la entidad suficiente como para mantener el nivel de alerta al menos unos días más? ¿O quizás lo que se quiso con esa decisión fue evitar que el despliegue de fuerzas policiales y de seguridad que implica una situación de alerta no interfiriera en el desarrollo de lo que otras “fuerzas” iban a realizar?

•Hay un dato sobre el que es difícil mentir: fuentes oficiales, a través del asistente adjunto del comisionado de la Policía Metropolitana, confirmaron el mismo día 7 que, debido a las características de las deflagraciones, se descartaba que hubieran sido “de fabricación casera” y se citó la alta probabilidad de que fueran “explosivos militares, plásticos o comerciales”. Cualquiera que hubiera observado los destrozos y la carnicería causada por sólo 4 artefactos llegaría a la misma conclusión. Faltaba la confirmación del tipo concreto utilizado: C4, RDX, Semtex… Pero, teniendo en cuenta la vigilancia y los controles que sobre este tipo de material existen en el Reino Unido debido entre otras cosas al conflicto de Irlanda del Norte, ¿pretende alguien hacernos creer que unos jóvenes británicos sin militancia política conocida y que ni siquiera vivían en la clandestinidad consiguieron por arte de birlibirloque varias decenas de kilos de explosivos de uso militar para suicidarse, asesinar a sus propios conciudadanos y no dejar ninguna explicación póstuma sobre su proceder? No hay problema: a varios días de distancia del día 7 la BBC suavizó esta contradicción señalando que la policía “piensa” que se trató de explosivos artesanales, de los que “habitualmente usa Al Qaeda” (sic). Esto no se podía decir el día de los atentados, pero después era suficiente con acusar a alguien que tuviera alguna sustancia química. Aquí no se han devanado los sesos y han ido directamente ¡a por un profesor de química!, un joven doctor tan malvado (es árabe y todo) que además de ser profesor de química tiene productos químicos. ¡Será posible! Por cierto, la acusación no formal contra él se publicó en todos los medios sin que aún fuera detenido y estando perfectamente localizado en Egipto; no parece por tanto que a Scotland Yard le preocupara la posible huida de semejante malhechor, que mientras tanto ha defendido su inocencia al igual que ha hecho el ministro de Interior de su propio país. Fruslerías. Lo importante es que ya puede decirse lo que interesa en este momento: eran artefactos caseros. No olvidemos que en España la policía no dijo lo mismo y se vio obligada a construir la historia de una extravagante trama de contrabando de explosivos; Scotland Yard evita este “marrón” recurriendo a la ridícula hipótesis de la artesanía.

•Pero la “investigación” ha seguido aportando más novedades. Así, mientras se mantiene el secreto sobre la identidad de muchas de las víctimas y todo lo que rodea a la investigación (incluido un estricto control sobre la difusión de imágenes de los lugares de la masacre), Scotland Yard envía a la prensa dos fotos. De la primera de ellas dice que se trata de una imagen que capta a uno de los terroristas en la estación de Luton a las 7:20 de la mañana llevando a sus espaldas la mochila que haría estallar en el autobús de Tavistock Square a las 9:47. Puede contemplarse en www.timesonline.co.uk/article/0,,22989-1694317,00.html En realidad sólo vemos a una persona caminando con lo que parece ser una mochila; otros datos que aporta la policía -como el lugar, día y hora- no quedan reflejados, ya que la imagen está extraída al parecer de otra de mayor tamaño obtenida por una cámara de alta tecnología que se supone que debería recoger esa información. Y aunque ahora la policía dice que además de en King’s Cross los 4 terroristas también fueron filmados en Luton, la imagen facilitada por Scotland Yard, al estar convenientemente recortada, impide confirmar si al lado de esta persona había alguien.

El objetivo de difundir esta imagen no sería el de pedir a la ciudadanía que aporte información sobre los últimos movimientos del “terrorista”, un adolescente del que al parecer nadie detectó jamás ni inquietudes políticas ni odio hacia sus conciudadanos y que si creemos a su madre estuvo en casa con ella hasta la tarde anterior, cuando le dijo que iba a ver a unos amigos a Londres -tal como hacía varias veces al mes- y que comentó a otros testigos que volvería a la mañana siguiente. El caso es que si algo le sobra a la policía es información sobre lo ocurrido, y por tanto no parece necesitar colaboración ciudadana. Fuentes policiales han llegado a decir que desde hace días tienen imágenes aún no difundidas de los 4 “activistas” riéndose juntos en la estación de King’s Cross a las 8:30 (precisamente la hora de inicio del ejercicio antiterrorista); no sabemos por qué razón no han sido difundidas esas imágenes diez días después de los hechos si tan importante es la colaboración ciudadana, pero si tales imágenes existiesen, Scotland Yard no tendría por qué albergar dudas respecto a lo que hizo el “terrorista” de la imagen a las 7:20: simplemente se habría trasladado en metro hasta King’s Cross con la bomba puesta y portando en su bolsillo una documentación personal a prueba de ondas expansivas y que nunca más iba a usar (tarjetas de crédito y carnet de conducir, según la versión oficial) en su bolsillo. Es decir: estos peculiares terroristas se habrían desplazado cada uno con su mortífera y aparatosa carga no adosada al cuerpo sino en mochilas –otro dato inédito en la historia de todos los mártires habidos- y en lugar de dirigirse directamente a sus correspondientes objetivos quedaron en King’s Cross para echar unas risas antes de volver a separarse y tres de ellos proceder a reventarse y matar entre otros a personas de origen asiático –como tres de ellos- casualmente en un margen de pocos segundos. En otras palabras: este rocambolesco modus operandi (hay que hacer notar la perfección de la ejecución de los atentados en contraste con las nulas medidas de seguridad adoptadas por los presuntos terroristas, que por lo que parece ni siquiera intentaron modificar su aspecto para que ningún conocido se fijara en ellos), que se deduce de la información policial, de ningún modo puede pasar inadvertido y nos hace pensar que la única función de filtrar la foto del “terrorista” no es otra que el de colar a modo de prueba una imagen sin ningún valor probatorio pero que pueda resultar inapelable a los ingenuos ojos de la opinión pública. “Ahí lo tienen: uno de los malandrines andaba por ahí con una mochila”.

Y así llegamos al sábado 16 de julio, día en que Scotland Yard envía a la prensa otra imagen presuntamente captada también en la estación de Luton (todavía no sabemos qué ha sido de las escenas de King’s Cross y por qué se ha demorado tanto el envío a los medios de esta segunda imagen): www.timesonline.co.uk/article/0,,22989-1698781,00.html Observen con mucha atención esta “prueba” que ha sido publicada en las primeras páginas de muchos periódicos. En este caso la imagen sí parece estar completa, con lo que podemos ver en la parte superior izquierda el número de cámara, la hora y el día. En el centro aparece una persona de características similares a las de la que aparecía en la foto anterior. Apenas pueden distinguirse sus rasgos faciales, pero al menos parece apreciarse el color de su piel, su pelo, su nariz, su oreja, la sombra de sus ojos y lo que parece una barba incipiente. Detrás de él hay tres figuras en las que, curiosamente, no puede apreciarse prácticamente nada de lo anterior. Los rostros de los tres no son más que unas manchas borrosas de color gris (de hecho casi toda la mitad derecha de la imagen tiene ese tono) sobre las cuales parece que hay unas gorras. No sabemos si su aspecto fantasmal se debe a que son de Al Qaeda, pero la policía dice que la persona que aparece detrás del que encabeza la comitiva es el británico de origen jamaicano y piel negra; yo lo único que veo en la oscuridad de su rostro es una imagen distorsionada. No nos han informado de ello, pero esta persona por lo visto no logró meter todo el explosivo en la mochila porque parece llevar en sus manos una bolsa de plástico blanca como sus zapatillas; o quizás llevaba ahí el desayuno. El rostro de otro de ellos parece confundirse con la parte superior de la barandilla que se encuentra al fondo. No se puede apreciar que ninguno de estos tres lleve una mochila de las características y volumen de la que parece llevar el primero, algo que en teoría, si se trata de una cámara de vídeo, debería poder verse en las imágenes inmediatamente posteriores a ésta, ya que todos los miembros del presunto comando debían situarse en la misma posición en la que se encuentra el primero. A lo mejor es que el vídeo no está disponible porque el mecanismo funciona como una especie de webcam que sólo saca varias fotos al minuto… Por otro lado, si es cierto que en King’s Cross estaban juntos y riéndose debió ser porque en el trayecto hasta Londres se contaron chistes o pasó algo divertido, porque al menos en esta foto no solamente se aprecia que no hay contacto verbal ni visual entre ellos (ni siquiera van estrictamente juntos) sino que es imposible distinguir si están riendo, llorando o haciendo muecas. Otros detalles como la ausencia de sombras producidas por los cuerpos, los charcos que parece haber en el suelo o el hecho de que no haya nadie más en la imagen deberían ser analizados por alguien que conozca las características de esa zona de la estación. De todas formas, si las personas a las que se acusa estuvieran vivas y nos dicen que esta imagen se presentará en el juicio, creeríamos que nos están tomando el pelo.

Periódicos británicos como el Daily Mirror, ante las dimensiones que está adquiriendo la montaña de circunstancias extrañas (dicen que compraron billetes de metro de Luton a King’s Cross de ida y vuelta, que alguno había pagado el aparcamiento de su coche para varias horas, que nadie les oyó gritar Allah u’akhbar antes de las explosiones, que es raro que no abandonaran su documentación para poder entorpecer la investigación y proteger a sus compinches, etc.), no han tenido más remedio que especular con que tal vez no fueran suicidas… ¡sino activistas engañados que creyeron que sólo debían depositar los bultos y huir! Sin comentarios.

Por otra parte, vemos en www.domoticaviva.com/noticias/050-070404/news06.htm que, curiosamente, a pesar de que ni en los trenes de cercanías de Madrid ni en ningún otro medio de transporte europeo nadie se ha inmolado nunca, ya hace más de un año que en Gran Bretaña alguien relacionó el sistema de cámaras con la detección de posibles comportamientos suicidas en el metro londinense.

•Han ocurrido otras cosas que alguien debería investigar. Por ejemplo, por qué en los diez días anteriores al 7 de julio, y sin motivos aparentes, la libra se devaluó hasta un 6% con respecto al dólar, “una debilidad casi sin precedentes”, según un experto economista:  http://infowars.net/Pages/Jul05/170705pound.html O por qué no hay imágenes de la cámara del autobús que explotó.

Romper con el letargo social

Debemos tener cuidado en no caer en la tentación de dar prioridad a la justificación de prejuicios y percepciones esquemáticas. Muchas personas que se han manifestado contra la guerra de Iraq quieren ver en estos atentados una consecuencia, condenable pero lógica, de la agresión estadounidense y británica. Es una conclusión sencilla y cómoda. Pero en este caso se demostrará que, además de sencilla y cómoda, es falsa. No podemos cometer un error de esa magnitud. El simple hecho de que pensemos que la masacre de Iraq o la agresión a otros pueblos puede dar motivos a alguien para perpetrar atentados en ningún modo puede llevarnos a concluir que lo que realmente ha ocurrido en Madrid y Londres se deba a esa razón.

No podemos esquivar el hecho de que la inmensa mayoría de medios de comunicación, cuya actividad condiciona en grado extremo la actividad social y política, están colaborando, conscientemente o por desidia, en la pantomima que fabrican los complejos mecanismos del poder, y esto no ayuda precisamente a desembrollar toda la madeja de mentiras que nos rodea. Ojalá llegue el día en que en las facultades de ciencias de la información se tenga que analizar lo que ocurrió durante estos años. Entretanto, y a pesar de todo, debemos intentar analizar los hechos con la mayor frialdad posible y sin apriorismos de ningún tipo, y los datos apuntan a que detrás de ambas masacres se encuentra la misma mano que sigue organizando el nuevo orden mundial e invadiendo y saqueando diariamente Iraq, Afganistán y Palestina. Tal como se ha dicho en un foro sobre los atentados del 11-M, “si tomado cada atentado aislado de los demás cabe hacer cábalas muy jugosas, cuando se contemplan todos en conjunto el panorama que se capta es perfectamente elocuente, coherente, lleno de sentido y absolutamente eficaz. Surten el efecto deseado y constituyen los pasos marcados en un determinado recorrido”.

¿Realmente somos tan ingenuos como para pensar que los responsables políticos y policiales están contándonos la verdad? ¿Tal vez nos transmite sinceridad la actividad política y comunicativa de personajes como Blair o Bush? ¿Acaso pensamos que quien no tiene escrúpulos en asesinar a millones de personas fuera de su país (como en Iraq desde 1991) sí los tendría en acabar con unas pocas decenas en su propia casa si lo considerara necesario para sus fines? ¿Creemos que las mentiras acabaron con la invasión de Iraq? Pues parece que sí, que esta vez nos estamos dejando engañar. No hay más que escuchar y leer estos días muchos titulares, comentarios e interpretaciones de lo ocurrido: que si estamos ante la nueva generación de yihadistas, que si Al Qaeda lleva la guerra santa a Europa… Salgamos de nuestro amodorramiento: los terroristas de Londres no han protestado por la invasión de Iraq. Los terroristas de Londres son precisamente los ejecutores de esa y otras invasiones y con su nuevo crimen pretenden justificar su “guerra contra el terror” en Iraq y el resto del mundo.

Hagamos aquí un inciso: recordemos que la “guerra” de Iraq no es incompatible con la reducción progresiva de tropas, tal como acaba de anunciar el ministro de defensa británico, sobre todo si tenemos en cuenta las bajas y enormes dificultades de los ocupantes sobre el terreno. Pero fijémonos en que este anuncio, un acto populista de propaganda sin coste político, se ha producido un día después de la pérdida de otros tres soldados, pero también sólo diez días después de las bombas del metro. Es decir, muchas personas van a relacionar el anuncio con los atentados y muy probablemente el gobierno es consciente de ello y lo ha hecho a posta, consiguiendo de esta forma que, a pesar del desmentido oficial, en última instancia la situación en Iraq quede en el escenario como un factor más al que puedan acudir quienes busquen explicaciones a lo ocurrido en Londres. Todo es válido con tal de que nadie se atreva a buscar otras causas. Veremos cómo el gobierno británico no se va a tambalear por la denuncia de esta relación, porque a estas alturas sólo la vinculación de los crímenes con sus autores tendría efectos letales. Aznar debe seguir dándose cabezazos contra la pared.

Da vergüenza ajena observar el comportamiento de la mayor parte de profesionales del mundo de la información en este caso. Pero también es muy doloroso ver cómo prácticamente todas las organizaciones progresistas, los movimientos pacifistas, los periodistas, articulistas y creadores de opinión independientes, casi todos permanecen inmóviles en las redes tendidas por quienes detentan los mecanismos de poder y sostenidas por las agencias y medios de comunicación. Una vez más se constatan varias cosas: que no sabemos manejar el inmenso caudal de información que tenemos a nuestro alcance, que por tanto carecemos de auténtica actitud crítica y no somos capaces de interpretar lo que está ocurriendo en el planeta, y finalmente que mostramos una ingenuidad supina y un desconocimiento absoluto de muchos fenómenos y realidades sociales (como el Islam, la inmigración en Europa, etc.). Todavía son muy escasas las personas que han comenzado a pensar que las versiones oficiales son increíbles y que hay gato encerrado; la mayor parte se limita a amoldar la información que recibe a sus percepciones previas. Pero lo peor de todo sería constatar que muchas personas, habiendo percibido zonas sombrías, prefieren no avanzar porque se verían obligadas a modificar la lógica, que no el fondo, de una parte de su discurso. Y es que eso de “quien siembra vientos… “ es un refrán muy cómodo y con mucho éxito, pero nos equivocamos si pretendemos aplicarlo a cualquier circunstancia de la vida y más en concreto a lo ocurrido en Londres y Madrid.

Tal vez dentro de décadas una fuente anónima revele a algún medio que aquellos atentados en Europa se debieron a operaciones de “violencia preventiva” planeadas por algunas personas sin el conocimiento de sus superiores con el objetivo de evitar males mayores. O que fueron muy pocos atentados, solamente los necesarios, y que la mano de obra (¿israelí? ¿anglosajona?) que participó en ellos lamentó los medios usados y los daños producidos pero que eran asuntos de Estado y el fin era superior. Es decir, que se trataba de inyectar una vacuna un tanto agresiva en el cuerpo social para que éste creara las defensas necesarias para evitar el desarrollo y avance de una enfermedad mucho más devastadora que los atentados en sí. Quién sabe si llegarán a decirnos que hubo militantes islámicos y otros radicales dispuestos a hacer cosas peores pero que no llegaron a actuar porque pensaron que los autores de aquellos bombazos eran de los suyos. Quizás entonces los amantes del orden piensen que no estuvo mal eso de crear una nueva y ficticia “guerra fría” entre civilizaciones o ideologías. Una guerra en la que los asesinos eran casi siempre los mismos y las víctimas eran diferentes y caían en cualquier lugar, porque si el enemigo realmente no existía o al menos no era capaz de responder militarmente, el efecto compensatorio de las masacres en Occidente proporcionaba un disfraz de equilibrio a un sistema mundial asentado en la explotación unilateral y las agresiones imperialistas, con el efecto añadido de desacreditar el uso del terrorismo y la violencia política por parte de cualquier sector enfrentado al sistema. Aunque también podría ocurrir que nadie quiera ir tan lejos y sólo se llegue a reconocer el error de culpabilizar prematuramente a cuatro jóvenes, admitiendo que “quizás los asesinos fueron otros”. En el Reino Unido será entonces el momento de exculpar a “los 4 de West Yorkshire” (al igual que se hizo mucho antes con varios presuntos miembros del IRA que fueron encarcelados arbitrariamente) y desagraviar a sus familias. Puede que la opinión pública destinataria de estos mensajes u otros similares no les dé excesiva importancia y los acepte sin mayores aspavientos, de la misma manera que nosotros aceptamos las versiones oficiales que nos transmiten ahora. Al fin y al cabo, cuando en nuestras sociedades la dignidad humana queda en entredicho y no va más allá de ser una abstracción dialéctica la capacidad de pensar por nosotros mismos parece constituir un asunto de menor importancia…

Dice una campaña de Amnistía Internacional que por cada persona que se resigna se precisa una que no lo haga. Pero cuando se siguen escribiendo nuevos renglones en la historia universal de la infamia, aunque los resignados sean multitud, tenemos el deber de utilizar la lucidez que nos quede para despertar de esta pesadilla. Es cierto que, cuando aún siguen en tinieblas tantas cosas ocurridas en el siglo XX, es difícil imaginar que una sociedad compuesta por consumidores recluidos en los estrechos límites de su vida cotidiana vaya a acometer resueltamente el desmontaje de la gran mentira de comienzos del siglo XXI.

El paso del tiempo está depositando una gruesa capa de polvo sobre algunos acontecimientos con ciertas similitudes con los aquí comentados. Algunos son recientes, como las masacres de civiles en edificios de Moscú que permitieron a Putin lanzar una nueva ofensiva en Chechenia. Otros quedan algo más lejos, como los atentados del otoño de 1974 en Guildford (5 muertos) y Birmingham (19 muertos), atribuidos inicialmente al IRA y que desataron una oleada represiva aunque muchos años después las personas encarceladas por ellos fueron exculpadas. ¿Y quién recuerda hoy las matanzas de civiles en Italia entre 1969 y 1984? 1969, Piazza Fontana de Milán: 16 muertos. 1970, Gioia Tauro: 6 muertos. 1974, Brescia: 8 muertos. Tren Italicus: 12 muertos. Agosto de 1980, estación de Bolonia: 85 muertos. 1984, tren Nápoles-Milán: 15 muertos... Años más tarde se admitió en el Senado italiano que la denominada “red Gladio”, que estaría detrás de muchas de estas acciones en el marco de la llamada estrategia de la tensión y la lucha contra el comunismo, tenía conexiones con los propios servicios secretos italianos y sobre todo con la Agencia Central de Inteligencia estadounidense. En 2005 se ha publicado otra investigación al respecto: “"NATO's Secret Armies. Operation Gladio and Terrorism in Western Europe". Pueden consultarse dos referencias sobre ella en www.paginedidifesa.it/2005/pdd_050415.html y en  http://hnn.us/articles/12253.html

No podemos confiar en la suerte o esperar a que la inquietud por conocer la verdad surja en las generaciones venideras. No hay excusas. Estamos, física y temporalmente, muy próximos a lo que está ocurriendo y hay que aprovechar esta circunstancia. Hay que terminar con esta farsa como sea, sin miedo a que se produzca una convulsión social y política. Teniendo en cuenta que hoy en día disponemos de avanzadas tecnologías de transmisión de información, todo aquel que pueda debe trabajar en esta gravísima cuestión difundiendo nuevos datos y reflexiones sobre lo ocurrido en medios de comunicación alternativos y convencionales, foros, asociaciones, organizaciones políticas, etc. Y es preciso hacerlo aquí y ahora, sin descanso, hasta que los exterminadores de personas y pueblos se vean entre la espada y la pared y nos le quede otra salida que reconocer sus crímenes y pagar por ellos.

19 de julio de 2005 (Spanish State)

A.

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