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El Castrismo y la política del nacionalismo pequeño-burgués

Author: Bill Van Auken - Published by: Movimiento Negación de la Negación | 06.10.2008 17:16

Charla presentada por Bill Van

Esta conferencia sobre El Marxismo y los problemas fundamentales del siglo XX se presentó el 7 de enero, 1998, en la Escuela Internacional de Verano que el Partido Socialista por la Igualdad (Australia) organizó en Sidney del 3 al 10 de enero, 1998.

Bill Van es redactor internacional del Web Socialista Mundial (World Socialist Web Site) y autor de varias obras de crítica sobre las luchas de las masas oprimidas de Latinoamérica, Africa del Sur y del Medio-Oriente que tomaran lugar durante el período post-Segunda Guerra Mundial.

La cuestión del castrismo ha causado enorme confusión desde sus principios, situación que mayormente se debe a la tendencia revisionista pablista que surgió dentro de la Cuarta Internacional. Los pablistas presentaron al castrismo--y todavía lo presentan--como un nuevo paso al socialismo, como una corroboración de que la revolución socialista podía llevarse a cabo y que un estado obrero se podía establecer sin la participación conciente de la clase obrera.

Bajo la dirección de Joseph Hansen en los Estados Unidos y de Ernest Mandel en Europa, los revisionistas pablistas abandonaron la lucha por la conquista de la dirigencia revolucionaria de la clase obrera. En los paises en desarrollo le cedieron los deberes históricos del proletariado a los nacionalistas pequeño-burgueses.

De este modo asistieron a preparar varias de las derrotas más terribles que la clase obrera sufriera durante la segunda parte del Siglo XX..

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional llevó a cabo una lucha empedernida contra esta perspectiva, defendiendo y desarrollando así las armas teóricas y políticas que el marxismo había avanzado durante todo un período anterior.

Nuestro movimiento luchó contra todos aquellos que consideraban al marxismo sólamente como modo de descubrir, describir y adaptarse a los procesos objetivos que, supuestamente indetenibles, obligaban a fuerzas no-obreras a dirigir la lucha por el socialismo. Defendió la perspectiva de que el único camino al socialismo era el de construir partidos revolucionarios basados en el proletariado internacional mediante una lucha sin tregua contra las burocracias dominantes y las dirigencias pequeño-burguesas no importase lo poderosas o populares que éstas parecieran.

Al analizar el castrismo treinta y cinco años después, podemos hacernos una pregunta: ¿Quién tuvo la razón en esta polémica? ¿Contribuyó el castrismo un nuevo paso al socialismo o resultó ser un callejón sin salida, una trampa, para la clase obrera? ¿Cuáles fueron las consecuencias que resultaron al renunciar los pablistas el papel de la clase obrera y su vanguardia revolucionaria conciente? Durante esta charla tendremos la oportunidad de analizar esta experiencia estratégica y sus lecciones para el movimiento de la clase obrera.

El renacimiento del Che

Las recientes celebraciones conmemorativas del Treinta Aniversario de la ejecución de Ernesto "Che" Guevara, con quien Castro se identifica, proveen un buen lugar para comenzar nuestro análisis del exponente y practicante más destacado de la guerra de guerrillas. Durante los últimos meses hemos visto un renacimiento del Che, aunque no el tipo de renacimiento que el guerrillero argentino, hasta en sus peores pesadillas, hubiera alguna vez podido imaginarse.

El Che se ha convertido en objeto comercializado que aparentemente contradice su reputación radical. Su imagen se ha convertido en una mercadería común. Swatch, el fabricante de relojes suizo, ha lanzado al mercado un modelo "revolución", que porta la imagen del guerrillero, la cual también se ha usado para filmar anuncios de skis, adornar los estuches de discos compactos y hasta para vender cerveza.

En Argentina, el gobierno de Carlos Menem, quien es de los favoritos de Washington por su acogida favorable al Fondo Monetario Internacional y su apoyo entusiasta a la guerra del Golfo de Persia, ha llegado a lanzar una estampilla postal conmemorativa en honor al Che como "gran argentino".

El régimen de Castro tampoco se ha quedado atrás. Recientemente sacó los restos de Guevara de Bolivia para re-enterrarlos en Cuba con mucha pompa y circunstancia. El gobierno cubano ha organizado giras turísticas acerca del Che para beneficio de ex-radicales extranjeros y vende en el mercado camisetas y baratijas grabadas con la imagen del Che para fomentar a la economía cubana, la cual va de crisis en crisis.

¿Qué cualidades tenía el Che que lo hacen hoy día tan susceptible a convertirse en ídolo que es inofensivo lucrativo a la misma vez? Las cualidades que sus admiradores hacen destacar se conocen bien: el valor, la abnegación, la disciplina rigurosa y el sacrificio de la vida por una causa. Estas son todas características admirables e indudablemente muestran un contraste severo a la ética social prevalente que mide al valor humano según el tamaño del portofolio de inversiones de la persona. Pero estas cualidades, por sí solas, de ninguna manera nos ayudan a comprender la política y el carácter clasista de las personas que las poseen. Varias sectas religiosas--y hasta varios movimientos fascistas--pueden protestar que sus propias luchas por fines totalmente reaccionarios han producido mártires con semejantes cualidades.

Un análisis detallado de la carrera de Guevara demuestra que sus conceptos políticos no tenían que ver nada con el marxismo y que las panaceas de la lucha armada y y el guerrillerismo con los cuales él se identificaba eran fundamentalmente hostiles a la lucha socialista revolucionaria de la clase obrera.

En medio de este renacimiento de la imagen del Che han aparecido varias biografías recientes acerca del dirigente guerrillero. Las del autor mexicano Jorge Castaneda y del estadounidense John Lee Anderson, aunque de ninguna manera ofrecen un análisis político-marxista, sí nos proporcionan con revelaciones muy útiles acerca de la trayectoria de Guevara y de la revolución cubana.

Estos libros presentan una historia detallada de la carrera de Guevara, lo cual nos deja ver de la manera más clara la superficialidad insondable y los resultados trágicos de su [de Guevara] perspectiva política.

Al mismo tiempo que se publican estas historias basadas en hechos verídicos, varias tendencias izquierdistas pequeño-burguesas otra vez han tratado de pintar a Guevara como dirigente y teórico revolucionario cuyo ejemplo e ideas continúan inspirándonos con una perspectiva política para la lucha contra el capitalismo. A diferencia de los biógrafos, estos grupos carecen de toda visión original o información nueva. Mezclan una nostalgia enfermisa por los días gloriosos del radicalismo de la clase media con lo que sólo se puede describir como falsificación de las verdaderas ideas de Guevara y las consecuencias políticas de éstas.

Algunos, tales como el Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores: SWP), son portavoces carente de toda crítica en cuanto a las festividades conmemorativas del gobierno cubano. Otros, como el viejo bribón pablista Livio Maitan en Italia o el movimiento morenista en la Argentina, tratan de mostrar que Guevara planteó no solo una alternativa al stalinismo, sino también al régimen castrista mismo.

En un documento reciente sobre la cuestión cubana, los morenistas aclaman el famoso lema del Che, "Uno, dos, más Vietnams", y declaran: "Aún usando métodos desastrosos--focos guerrilleros, aislamiento del movimiento de las masas, oposición a la construcción de partidos obreros revolucionarios,--[Guevara] expresó la necesidad de expander la revolución a nivel internacional".

Lo que los morenistas ni siquiera se molestan en explicar es como métodos desastrosos puedan expresar una perspectiva necesaria y revolucionaria. Esta tendencia, tal como todas las facciones pablistas, ha hecho una profesión de tratar de demostrar la manera en que varias fuerzas-el peronismo, el stalinismo, el guerrillerismo,--"expresan" la lucha por el socialismo.

La verdad es que en una etapa anterior los morenistas llegaron al extremo de descubrir esta expresión en Fulgencio Batista--el mismo dictador que Castro había derrocado. Proclamándolo "El Perón de Cuba", aclamaron a la clase obrera cubana cuando ésta falló en responder a un llamado a huelga general por parte del Movimiento 26 de Julio de Castro. Después de Castro ganar la batalla, sin embargo, colocaron el retrato de éste junto al del general Perón en el membrete de su diario.

No obstante la alquimia política de los morenistas, los métodos desastrosos de Guevara fielmente expresaron la perspectiva política--más bien se podría decir falta de cualquier perspectiva seria--sobre la cual se basaban.

Ni a los morenistas ni a ninguna de las otras tendencias pablistas les importa analizar al castrismo y al guevarismo desde un punto de vista clasista, como tampoco les importa delinear los orígenes y el desarrollo de esos movimientos o poner en hoja de balance la experiencia con el guerrillerismo en Latinoamérica durante las últimas tres décadas y pico.

Sólo nuestro movimiento puede poner en práctica tan crítica labor, basándose en la lucha que llevó a cabo por la independencia y la unificación internacional de la clase obrera durante ese mismo período.

El socialismo proletario versus el nacionalismo pequeño-burgués

Los revisionistas pablistas, al igual que los ex-radicales de la clase media en general, son hostiles a dicha metodología. Fervorosamente aguardan el renacimiento del castrismo. Todos expresaron gran entusiasmo cuando el Ejército de Liberación Nacional Zapatatista se apareció en Chiapas, México. De la misma manera aplaudieron las acciones del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru cuando éste se apoderó de la embajada japonesa en Lima hace poco más de un año.

Nuestro movimiento no participó en dicha celebración de este resurgimiento aparente del guevarismo y de la política formulista falsa de "la lucha armada". Tenemos una larga historia de oposición a conceptos de semejante índole, reconociendo que no encarnan los esfuerzos socialistas revolucionarios del poletariado, sino la política del nacionalismo pequeño-burgués. No se dirigen a resolver las cuestión vital de construir una dirigencia revolucionaria dentro de la clase obrera, sino a negar totalmente el papel revolucionario de esta clase y a distanciar a las capas de estudiantes radicalizadas, los trabajadores y a los campesinos de la lucha por el socialismo.

No sirven para iluminar; más bien oscurecen los problemas estratégicos de la revolución socialista que Trotsky elaborara en su teoría de la Revolucion Permanente.

Consignias tales como "el deber de todo revolucionario es hacer revolución", "la lucha armada" y la "guerra popular prolongada" dejan sin contestar varias preguntas: ¿cuál es la clase social que dirigirá la revolución?; ¿cuál es la conexión entre la revolución en un país y la revolución mundial?; y ¿cuál es la relación entre la lucha de los trabajadores, los campesinos y los oprimidos en los paises en desarrollo y la lucha de la clase obrera en los paises capitalistas desarrollados?

Estos movimientos encubren, con su retórica radical, conceptos bien definidos acerca de todas estas cuestiones. Invariablemente éstos se dirigen a suprimir la lucha revolucionaria independiente del proletariado y a subordinar a todas las masas oprimidas a las necesidades de la burguesía nacional.

En este sentido, estos movimientos son, a fin de cuentas y a pesar de lo radical que parezcan, las últimas murallas de defensa del imperialismo contra la revolución socialista. Es esta esencia del nacionalismo pequeño-burgués y del guerrillerismo lo que nos proporciona la clave para comprender la facilidad con que el capitalismo ha apropiado la imagen del Che para sus propios fines.

Si uno analiza cuidadosamente la política del MRTA peruano y de los zapatistas mexicanos, se puede ver que éstos simplemente son una manifestación de la reconciliación con el imperialismo que todos los movimientos y regímenes nacionalistas burgueses practican. El grupo Tupac Amaru se apoderó de la residencia del embajador japonés con el fin de ponerle presión al imperialismo japonés y lograr que éste ejerciera influencia para que el régimen de Fujimori templara su política. El propósito fundamental del grupo, que por cierto se le dió a entender a varios de los mismos rehenes, era el de forzar un pacto negociado por medio del cual podía transformarse de movimiento armado en partido pequeño-burgués legal y político.

Es precisamente porque desde su principio renunció a todo fin revolucionario que el movimiento zapatista ha sido universalmente alabado. Las demandas vagas del Subcomandante Marcos han sido por la democratización, el fin a la corrupción y el aumento de los derechos culturales para la población indígena. Estas demandas pudieron haber sido--y lo fueron--aceptadas no sólo por la izquierda pequeño-buguesa, sino también por capas del PRI gobernante y hasta por el PAN, el partido derechista de oposición. Marcos y los zapatistas, más bien que señalarle a los trabajadores y al campesinado oprimido como seguir adelante sobre el sendero revolucionario, se han convertido en otro instrumento cuyo único propósito es saldar cuentas políticas con la burguesía mexicana.

El Papel político de la pequeña burguesía

¿Qué es lo que precisamente significamos cuando describimos a estos diferentes movimientos como "nacionalistas pequeño-burgueses"? Esto no es meramente un epiteto que los marxistas le lanzan a sus oponentes. Es una definición ciéntifica de los intereses y métodos clasistas que caracterizan a estos movimientos. Marx y Trotsky, el uno basándose en la experiencia de la revolución de 1848 y el otro en su teoría de la Revolución Permanente, demostraron que la pequeña-burguesía es incapaz de acción política independiente y consistente. Esta falta de consistencia refleja su posición social intermedia. Atrapada entre las dos clases mayores de la sociedad y continuamente diferenciándose en explotadora y explotada, tiene que por obligación seguir a una o a la otra de estas clases sociales: al proletariado o a la burguesía.

Durante el período post-Segunda Guerra Mundial, el imperialismo creó y llego a depender de una nueva capa social que se identificó como la clase media. En los paises capitalistas avanzados, ésta consistía de funcionarios que formaban el personal de las burocracias del gobierno y de las oficinas de las corporaciones, administraban los servicios sociales de los estados benefactores recientemente creados y dirigían los medios de prensa que se iban expandiendo.

Un estrato semejante surgió dentro de los paises en desarrollo y fue a esta capa que el imperialismo le cedió el poder durante el período de de-colonización. En Latinoamérica, como en otras zonas del mundo oprimidas por el imperialismo, las oportunidades que se le presentaron a esta capa social eran mucho más limitadas que las que prevalecían entre sus contrapartes en los paises capitalistas avanzados. Miles de estudiantes se graduaron de las universidades sin ninguna esperanza de ejercer sus profesiones. En muchos casos, aquellos que siguieron una profesión o que trataron de vivir de pequeñas empresas gozaban un nivel de vida no mucho más próspero que el de la clase obrera. Fue esta capa social que suministró la base social principal para la política nacionalista pequeño-burguesa.

Había, por lo tanto, una base clasista objetiva para el resurgimiento de las teorías pablistas en cuanto a una "nueva realidad internacional", en la cual la lucha por el socialismo podía emprenderse no por la clase obrera y su vanguardia conciente revolucionaria, sino por la pequeño-burguesía radicalizada. Estas fórmulas revisionistas finalmente llegaron a reflejar no sólo los esfuerzos de esta capa social específica, sino también a la necesidad del imperialismo tener una defensa que lo protegiera contra la revolución proletaria.

Las raíces de la revolución cubana

Como todo gran acontecimiento, la revolución que Fidel Castro dirigió en 1959 tenía raíces profundas en la evolución histórica anterior. Para comprender el contenido clasista y el significado político del castrismo, estas raíces históricas, que los alabadores de Castro entre los pablistas y la izquierda pequeño-burguesa por lo general ignoran, tienen que ser analizadas.

La historia de Cuba se definió principalmente por el carácter atrofiado de su lucha por la independencia, que efectivamente la transformó de colonia española moribunda en semi-colonia económico-política del poder imperialista ascendiente: los Estados Unidos.

Los EE.UU. intervino en Cuba en 1898 luego de ésta entablar una guerra de treinta años por su independencia. La intervención duró poco, pero fue decisiva. Los españoles perdieron sus colonias en el Tratado de París, pacto en el cual los cubanos no tuvieron la menor voz.

Este pacto produjo lo que llegó a conocerse el Platt Amendment Republic [llamado así en honor del senador estadounidense que lo originara], el cual se adoptó en Washington para luego imponérsele como enmienda a la primera constitución cubana. Entre otras cosas, éste le prohibía a la nominalmente independiente república cubana que entrara en cualquier tratado international que los Estados Unidos considerara perjudicial a sus intereses. También le aseguraba a los Estados Unidos el derecho a intervenir militarmente: "para la protección de la independencia cubana, la conservación de un gobierno que adecuadamente proteja la vida, la propiedad y la libertad de los individuos y para el cumplimiento de la obligaciones que el Tratado de París impusiera en cuanto a Cuba". Los EE.UU. repetidamente se aprovecharía de este "derecho" a pricipios del Siglo XX.

La subordinación de Cuba al imperialismo estadounidense no era tan oficial como la enmienda de Pratt sugiría. Esta se basaba en la exportación del azúcar cubana al mercado de los Estados Unidos. Este cultivo único producía para la isla la gran mayoría de las ganancias que provenían de las exportaciones y se le exportaba casi exclusivamente a los Estados Unidos. La monocultura del azúcar condenó a la mayoría de la población al atraso, la probreza y el desempleo crónico.

Las relaciones económicas y políticas que llegaron a dominar en Cuba estaban ligadas al carácter incompleto de su lucha democrático-burguesa por la independencia nacional. La condición semi-colonial de Cuba, aunque de las más flagrantes del mundo, no era única de ninguna manera.

Tal como la Cuarta Internacional advertiría poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial: "Los paises en desarrollo ya no pueden contar con un proceso democrático independiente. Rodeada por un capitalismo que se está desintegrando y enmarañada en las contradicciones imperialistas, la independencia de una nación en desarrollo inevitablemente será de carácter semi-ficticio y el régimen político, bajo la influencia de las contradicciones clasistas internas y de la presión externa, inevitablemente sucumbirá a dictaduras contra el pueblo". [1]

Otra declaración escrita ese mismo año enfatizaba que no existía la posibilidad de acabar con la opresión imperialista a menos que fuera a través de la revolución socialista mundial: "Las esperanzas que los pueblos coloniales tienen para su liberación están ligadas, de manera aún más decisiva que antes, a la emancipación de los trabajadores del mundo entero. Las colonias gozarán de una liberación política, económica y cultural únicamente cuando los trabajadores de los paises desarrollados le pongan fin al dominio capitalista y emprendan, en colaboración con los pueblos en desarrollo, la reorganización de la economía mundial a un nivel nuevo, haciéndola responsable a las necesidades sociales y no a las ganancias de los monopolios". [2]

Como ya veremos, la historia cubana que transcurrió posteriormente ha comprobado esta tesis, pero de manera negativa. Sin la unidad de dicha lucha internacional por parte de los trabajadores, la liberación económica, política y cultural genuina ha resultado imposible.

La relación entre Cuba y los Estados Unidos engendró un régimen burgués político notorio por su impotencia, corrupción extrema y las explosiones de violencia frecuentes. El dominio de los Estados Unidos sobre la economía, en conjunto con la predominancia de inmigrantes extranjeros en los negocios y en las clases terratenientes, creó un nacionalismo cubano anti-norteamericano en lo extremo y con cierta tendencia hacia lo xenófobo.

No obstante, otra perspectiva había aparecido en Cuba. En 1925, se fundó el Partido Comunista Cubano, el cual se afilió a la Tercera Internacional. Su figura más destacada fue Antonio Mella, estudiante de derecho que se convirtió en líder del movimiento reformista universitario a principios de los 1920 y quién trató de orientar a los estudiantes hacia la clase obrera.

Mella y sus compañeros dirigieron la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, a quién Mella llamó "el Mussolini tropical". Cuando la dictadura lo puso en la cárcel, la presión popular logró que lo libertaran. Huyó del país y viajó a la Unión Soviética, Europa y por último a México.

Mella rompió con el Partido Comunista en México en 1929 y declaró su apoyo a la lucha de Trostky contra la burocracia stalinista. Fué asesinado no mucho después.

Mella había surgido de un amplio movimiento de estudiantes cubanos e intelectuales que buscaban la manera de cambiar el sistema corrupto de la isla y su dominio por el imperialismo estadounidense. Pero éste renunció a los conceptos nacionalistas prevalentes y adoptó la perspectiva del socialismo internacionalista.

El stalinismo estaba destinado a prevenir que la clase obrera, basándose en dicha perspectiva, encontrara su propia solución a los problemas históricos de Cuba. Se puede decir, pues, que el stalinismo ayudó a crear la ascendencia de Fidel Castro al poder mucho antes que él y el Partido Comunista Cubano consideraran unir sus fuerzas. Al suprimir la perspectiva por la cual Mella y la primera generación de marxistas cubanos habían abogado, el stalinismo fomentó el desarrollo del nacionalismo pequeño-burgués radical.

En su primera conferencia en esta escuela, David North analizó en detalle como la historia no consiste sólamente de "lo que ocurrió" y de "quién ganó", sino más bien de las alternativas que existieron y cuales fueron las consecuencias de aquéllas que se tomaron y aquéllas que no. ¿Qué habría sucedido si la Oposición Izquierdista hubiera prevalecido? La misma pregunta se puede hacer en cuanto a Cuba, aunque a escala menor.

Claro, existen límites a lo que uno puede decir con certidumbre acerca de "lo que pudiera haber ocurrido". No se puede aseverar con toda seguridad, por ejemplo, que una revolución socialista habría ocurrido en tal y otro año si en Cuba hubiera existido un partido comunista genuino. Podemos declarar a ciencia cierta, sin embargo, que si en lugar del aparato político corrupto del stalinismo cubano un partido revolucionario genuino de la clase obrera hubiera existido, la tendencia que específicamente hoy llamamos el castrismo hubiera nacido.

Tras la degeneración del Partido Comunista en Cuba, el país atravesó por una profunda crisis revolucionaria. Una insurrección nacional reventó en 1933 y forzó al dictador Machado a fugarse del país. El punto cumbre de este movimiento fue la huelga general de la clase obrera, cuando los trabajadores se apoderaron de fábricas, ingenios de azúcar y fincas.

A medida que la huelga general crecía en intensidad y trayectoria, el Partido Comunista Cubano stalinista, que dominaba los sindicatos, emitió una orden de "regreso al trabajo", declarando que la huelga corría el peligro de provocar la intervención de los Estados Unidos. Mientras que la vasta mayoría de los trabajadores ignoraron la orden, el PC no obstante entró en negociaciones secretas con Machado y logró ciertas concesiones a cambio de ponerle fin a la huelga.

Este pacto, que no duró mucho tiempo en vigencia debido a que Machado subsecuentemente se fugó al exilio, moldeó la práctica del CP durante los próximos veinticinco años. Los stalinistas continuaron su dominio del movimiento obrero a la vez que forjaban alianzas con partidos conservadores burgueses y hasta con regímenes militares. En los 1940, los stalinistas entraron al gobierno del cacique que los Estados Unidos respaldaba: Fulgencio Batista.

Hijo de familia terrateniente española, Castro tuvo su despertar político cuando era studiante de una escuela secundaria jesuita. Fué ahí donde cayó bajo la influencia de los sacerdotes jesuitas, quienes apoyaban el fascismo de Franco. Leyó todas las obras de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española y, según sus compañeros de clase, sentía una enorme atracción por la ideología fascista.

A fines de los 1940 y a principios de 1950, Castro ya era participante en las actividades de pandillas estudiantiles armadas que dominaban a la universidad y cuya ideología era nacionalista y explícitamente anti-comunista.

Castro entró a la lucha contra Batista como miembro del Partido Ortodoxo burgués. Anteriormente se había postulado como candidato al congreso cubano en 1952, pero el golpe militar de Batista ese mismo año frustró sus ambiciones parlamentarias. Comenzó entonces a organizar un pequeño grupo de partidiarios para la acción armada. En julio, 1953, dirigió un ataque contra el cuartel militar Moncada. Los 200 hombres que participaron fueron muertos o pararon en la cárcel.

Las acciones de Castro no eran tan extraordinarias como parecían. Durante todo este período, los militantes de varios partidos y facciones pequeño-burguesas llevaron a cabo ataques contra guarniciones y atentados de asesinato, y hasta se apoderaron del palacio de Batista. El contenido de las declaraciones políticas de Castro durante el período que conducía a la revolución de 1959 tenía muy poco que lo diferenciara del nacionalismo anti-Batista ordinario. Su discurso más famoso, La historia me absolverá, que lo preparó en defensa propia cuando lo enjuiciaron por el ataque contra Moncada, consistió de denunciaciones a la represión que la dictadura imponía y una lista de reformas democráticas bastante benignas.

Luego de una breve estadía en la cárcel, Castro partió para México, donde a fines de 1956 organizó un pelotón expedicionario de ochenta hombres armados. Similar a la experiencia de Moncada, el desembarco fue una catástrofe; apenas una docena de los tropas sobrevivieron los primeros encuentros con las fuerzas represivas de Batista. No obstante, apenas dos años después Castro tomaría el poder.

El poder cayó literalmente en manos de las guerrillas de Castro debido a que en la isla no existía ninguna otra fuerza política con credibilidad alguna.

Este vacío político fue ante todo función de la falta de toda dirección revolucionaria dentro de la clase obrera cubana. A pesar de las limitaciones del reformismo de Castro, su política social era mucho más radical que la que ofrecían los stalinistas. Además, sus acciones armadas, tan circunscritas como habían sido, le ganaron un apoyo popular bien amplio a la vez que a los stalinistas se les veía como cómplices de la dictadura.

Las intenciones originales de Castro eran las de poder acomodarse con los Estados Unidos. Durante su primer viaje a EEUU cuatro meses después de la conquista del poder, Castro hizo la siguiente declaración: "He dicho clara y definitivamente que no somos comunistas. Tenemos las puertas abiertas a las inversiones privadas que contribuyan al desarrollo de la industria de Cuba. Para nosotros es absolutamente imposible progresar si no llegamos a un acuerdo con los Estados Unidos". [Traducido del inglés.]

El movimiento de Castro, sin embargo, se había comprometido a una reforma agraria límite y a poner en práctica medidas sociales que beneficiaran al pueblo cubano. Durante sus primeros meses había decretado la redistribución de las tierras que no estaban en uso, reducido los gastos de alquiler, aumentado los sueldos y tomado varias medidas para ampliar la educación y el cuidado de la salud.

Washington se hace la sorda

Los Estados Unidos buscó la manera de disciplinar a Castro por medio de presiones económicas abrumadoras. En un conflicto con el régimen cubano que parecía remolino incontrolable, redujo la cuota de la exportación de azúcar, que era la soga salvavidas principal de la isla, y luego se negó a abastecerle con petróleo.

El régimen cubano respondió con nacionalizaciones, primero de la propiedad estadounidense y luego de las enterpresas nacionales cubanas y, en búsqueda de asistencia, se re-orientó hacia la Unión Soviética.

La política extranjera de los Estados Unidos era ideológicamente rígida y vengativa. La Gran Bretaña había tratado problemas similares de manera muy diferente, cultivando a líderes africanos tales como Nkrumah, Kuanda y Kenyatta a pesar de la retórica nacionalista y hasta "socialista" de éstos. El resultado fue que pudo conservar la influencia y los intereses del imperialismo británico en la región.

Irónicamente, la arrogancia y la estupidez de los Estados Unidos han probado ser de las columnas de mayor apoyo al gobierno de Castro durante los últimos cuarenta años. Le han permitido a Castro presentarse como la encarnación misma del nacionalismo cubano y a tachar de títere del imperialismo yanqui a todo el que se le oponga.

Al mismo tiempo que se orientaba hacia Moscú, Castro forjó una alianza con los stalinistas cubanos. Los pablistas y la izquierda pequeño-burguesa en general aclamaron esta movida como otro índice de la radicalización y del carácter socialista de la revolución. Pero en la realidad no era semejante cosa. Como ya hemos visto, el Partido Socialista Popular de Cuba, como los stalinistas se conocían en aquel entonces, era una fuerza política totalmente reaccionaria y desacreditada. Representaba parte del sistema político burgués en existencia, puesto que había servido fielmente al régimen de Batista.

Lanzado inesperadamente al poder, Castro se encontró obligado a orientarse hacia el PSP. No tenía ni partido ni programa. Hasta ni contaba con un ejército verdadero. Los stalinistas cubanos le suministraron el aparato y la ideología por medio de los cuales podía gobernar.

Castro subsecuentemente re-interpretaría sus antecedentes políticos, declarando que se había convertido en marxista-leninista, aunque "no del todo" comunista, mucho antes del golpe de estado de Batista. Todas sus hazañas políticas, desde sus días universitarios con las pandillas anti-comunistas armadas hasta su candidatura para el congreso bajo la insignia de un partido burgués, fueron re-interpretadas como si hubieran sido sólamente iniciativas tácticas que prepararían las condiciones para una revolución socialista.

¿Qué fue lo que Castro y otros nacionalistas burgueses izquierdistas vieron en el "marxismo-leninismo"? Obviamente, no buscaban ninguna perspectiva científica para dirigir la lucha de la clase obrera por su propia emancipación social y política. Al mismo tiempo, éste no más sirvió de pretexto para ganarse el apoyo de Moscú.

Vieron al marxismo-leninismo que aprendieron de los stalinistas como política que promovía la utilización del estado para efectuar los cambios que deseaban en el orden social. También encontraron en él una justificación para su propio control sin restricciones de este estado, gobernando por medio de un "partido revolucionario" omnipotente que lo dirigía un líder nacional infalible e irreemplazable. Debería recordarse que Chiang Kai Shek también modeló su partido, el Kuomintang, sobre las lecciones que había aprendido del stalinismo.

El mito del guevarismo

Como casi todos los regímenes y tendencias nacionalistas que aparecieron durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, el castrismo se ha basado en una serie de mitos acerca de sus orígenes y proceso formativo. Estos mitos son inevitables dado el carácter clasista de que estos movimientos se basan, como de costumbre, sobre la pequeña-burguesía y la burguesía nacional mientras se declaran representantes de los intereses de las masas oprimidas.

Luego de alcanzar el poder, Castro y sus partidiarios pintaron su victoria como el resultado exclusivo de la lucha armada que las guerrillas habían entablado en las montañas de la Sierra Maestra: una victoria militar contra el imperialismo y la burguesía nativa que una pequeña banda de hombres determinados y absolutamente resueltos había ganado. Apenas un mes antes de que la dictadura de Batista fuese derrocada, el Che Guevara escribiría a la larga:

Hemos demostrado que un pequeño grupo de hombres resueltos, que el pueblo apoya y que no le tienen miedo a la muerte…pueden sobreponerse a un ejército regular…Hay otra lección para nuestros hermanos en [Latino] América, quienes, desde el punto de vista económico, se encuentran en la misma categoría agraria que nosotros, y es que tenemos que llevar a cabo revoluciones agrarias, luchar en los campos, en las montañas y de ahí llevar la revolución a las ciudades y no tratar de hacerla en éstas…

Esta idea, que se convirtió en la explicación oficial de la revolución cubana, es en realidad distorción de los hechos. Durante el curso de los seis años que Batista estuvo en el poder, unos 20,000 cubanos perdieron la vida a manos del régimen. De éstos, 19,000 fueron muertos en las ciudades. Actos de sabotage, huelgas políticas y otras formas de resistencia, la mayoría de las cuales no estaban bajo el control del Movimiento 26 de Julio dirigido por Castro, se habían propagado por doquier y, a fin de cuentas, constituyeron el ímpetu principal que llevó a la caída del régimen.

El número de guerrilleros de Castro solo alcanzaba unos pocos miles. No ocurrieron ningunas batallas definitivas y el encuentro mayor no contó con más de 200 guerrilleros. Batista perdió el apoyo de la burguesía cubana--de la cual una capa bastante amplia respaldaba a Castro--y de Washington, quien impuso un embargo de armas contra su régimen. Privado de este apoyo, éste rápidamente de derrumbó.

Dentro de Cuba, el mito que las guerrillas de Castro habían derrotado al imperialismo estadounidense y a las clases burguesas nativas con una mezcla de audacidad absoluta y poderío militar sirvió un propósito político bien claro. Justificó la consolidación de un régimen que indiscutiblemente puso todas las riendas del poder estatal en las manos de Castro.

La leyenda que Castro y el Che promovieron luego se exportaría con resultados catastróficos. El tan llamado camino cubano se promovió por toda Latinoamerica como la única forma viable de la lucha revolucionaria. Miles de jóvenes latinoamericanos terminaron masacrados porque se les había prometido que con sólo valor y unas pocas armas los gobiernos podían derrocarse y la opresión social acabarse.

El escrito más famoso de Guevara, "Guerra de guerrillas", sirvió de manual para esta estrategia fatalicia. Hizo un resumen de lo que él describió como las tres grandes lecciones de la experiencia cubana para "la mecánica de movimientos revolucionarios in América":

* *Fuerzas populares pueden ganar la guerra contra el ejército.
* No es necesario que todas las condiciones estén presente para hacer una revolución; los focos [unidades guerrilleras] pueden crearlas.
* En la América en desarrollo, los campos tienen que ser la arena principal de la lucha armada.

El escaso análisis político que estos escritos contenían era contundentemente falso. La vía de desarrollo en Latinoamérica había sido capitalista por muchos años. La base esencial de la opresión en el continente no era, como afirmaba Guevara, el latifundismo--es decir, la concentración de la tierra en manos de una pequeña minoría--sino las relaciones capitalistas entre la mano de obra asalariada y las ganancias. Al mismo tiempo que estas obras se escribían, el continente atravesaba por cambios estructurales enormes que convertían a la población más y más en proletarios y que resultaban en migraciones gigantezcas de las zonas rurales a las urbanas.

Nada de ésto se analizó. La preparación revolucionaria se redujo al proceso impresionista de escoger la arena adecuada para la guerra de guerrillas. Aquellos que siguieron este consejo terminaron acorralados en las selvas y tierras remotas, donde fueron condenados a batallas de mano a mano con los ejércitos latinoamericanos.

Lo que la política de Guevara muestra una y otra vez es su rechazo de la clase obrera como clase revolucionaria y un desdén a la capacidad de los trabajadores y las masas oprimidas para adquirir conciencia política y llevar a cabo su propia lucha por la liberación.

Guevara proponía a los campos como la única arena para la lucha armada, pero la cuestión para él no era la de mobilizar al campesinado con demandas sociales. Al contrario; el concepto del Che se basaba en usar la violencia para "obligar a la dictadura a recurrir a la violencia y así desenmascarar su esencia verdadera como dictadura dirigida por clases reaccionarias". Es decir, el propósito de la banda guerrillera era provocar la represión contra el campesinado, el cual se suponía que iba a responder apoyando la lucha contra el gobierno.

Para semejante lucha, ni la teoría ni la política era necesaria, mucho menos aún la participación activa en las luchas de la clase obrera y las masas oprimidas. Cuando apenas comenzaba a formar grupos guerrilleros en Latinoamérica, el Che insistió en que se excluyera toda discusión y controversia política. La unidad tenía de basarse exclusivamente sobre un acuerdo en cuanto a la táctica de la "lucha armada".

El desastre del guevarismo

Como había de esperarse, los resultados fueron desastrosos. Fue en Argentina, su país natal, donde el Che formó uno de los primeros grupos guerrilleros bajo la dirección de Jorge Masetti. En su biografía, Anderson presenta una descripción particularmente escalofriante de este fiasco. Los guerrilleros nunca vieron combate. Varios hombres perdieron el rumbo y aparentemente murieron de hambre en la selva. Otros fueron atrapados por la policía. Pero antes de que el grupo se decimara, Masetti ordenó que tres de sus miembros fueran fusilados por supuestas infracciones de disciplina. El autor cita a uno de los sobrevivientes de este debacle, quien hace notar que los tres condenados eran judíos. Resultó que Masetti, antes de involucrarse al castrismo, había sido miembro de una organización nacionalista de extrema derecha y anti-semita en la Argentina.

El grupo del Che mismo terminó igual en Bolivia. Lo más notable de sus actividades en esta nación fue su indiferencia total hacia la situación socio-política del país. Durante los meses anteriores a la llegada del Che, los obreros del estaño, que habían sido la fuerza más poderosa en la revolución boliviana de 1951, habían participado en huelgas y confrontaciones con el ejército. En su diario, el Che hizo referencia a estos acontecimientos como si sólamente hubieran sido parte del fondo panorámico de sus propias actividades. No tenía ni perspectiva ni política que ofrecerle a los trabajadores bolivianos. Cuando la lucha armada se inició, la reacción del campesinado boliviano no fue la de respaldar a los guerrilleros, sino más bien la de entregarlos a los militares.

En Bolivia, los castristas habían contado con el apoyo del Partido Comunista, que era pro-Moscú. Pero este apoyo nunca llegó y muchos han culpado a los stalinistas y a la misma burocracia moscovita de haber condenado a los guerrilleros a un aislamiento total y hasta quizás de haberle entregado información a los servicios de información secreta estadounidenses sobre el paradero del Che.

Esto parece lógico. El secretario general del Partido Comunista boliviano, Monje, aparentemente había sido elemento de mucho valor al KGB. No mucho después de la muerte del Che se mudó a Moscú con residencia permanente. Según la biografía que Castaneda ha escrito, algo que queda bien claro es el dominio extraordinario que figuras de tal índole tenían sobre los partidos comunistas de Latinoamérica, en muchos casos hombres que habían participado directamente en el asesinato de Trotsky en 1940. Castaneda también establece, por medio de documentos previamente clasificados en los archivos rusos, la manera en que estos partidos habían recibido fondos directos de Moscú. La burocracia soviética financiaba agencias políticas de confianza cuyo propósito era ampliar búsqueda muscovita por la co-existencia pacífica con Washington.

Pero al fin y al cabo, lo que queda es el hecho que semejante traición no era en realidad tan necesaria. La idea que una revolución podría realizarse exportando menos de dos docenas de hombres armados a una región donde no tenían antecedentes políticos ni apoyo, o que ni siquiera habían elaborado un programa o una perspectiva para ganarse este apoyo, estaba destinada a la ruina total desde el principio. El patetismo de esta aventura se puede medir con el Che mismo, quien, durante sus últimos días, rodeado por el ejército boliviano, planeaba pedir apoyo internacional…con cartas dirigidas a Bertrand Russell y a Jean Paul Sartre!

Cuba y la Cuarta Internacional

La revolución cubana resultó ser un momento decisivo en la historia de la Cuarta Internacional.

Luego de dirigir la lucha contra el pablismo en 1953, el Partido Socialista de los Trabajadores, en ese entonces la sección estadounidense, se reunificó una década después con la tendencia pablista principal dirigida por Ernest Mandel. La reunificación se basó principalmente en la evaluación que compartían del castrismo y el papel del nacionalismo pequeño-burgués. Llegaron a la conclusión que, a causa de la nacionalización de la gran mayoría de las fuerzas productivas, Cuba se había convertido en estado obrero. Además, avanzaron la perspectiva que el castrismo se convertiría en tendencia internacionalista y que de él saldría un nuevo liderazgo revolucionario de la clase obrera mundial.

Esta perspectiva tenía implicaciones que iban mucho más allá de Cuba. Como Trotsky había señalado en relación al debate de 1939-1940 sobre la definición del estado soviético, detrás de toda definición sociológica se encuentra una prognosis histórica. La definición de Cuba como estado obrero estaba vinculada al rompimiento con todo concepto teórico e histórico de la revolución socialista que se había desarrollado desde Marx en adelante.

En Cuba, el poder había caído en manos de un ejército de guerrillas que obviamente era de carácter nacionalista pequeño-burgués y sin ningún vínculo a la clase obrera. Los trabajadores mismos no habían jugado ningún papel significante en la creación del nuevo régimen, ni tampoco habían establecido los medios para ejercer control democrático sobre el estado una vez que éste se consolidara. La definición de dicho régimen como "estado obrero" tenía ramificaciones enormes. Significaba abandonar toda la lucha que el movimiento marxista había llevado a cabo para lograr la independencia organizacional y política de la clase obrera. Indicaba más bien que el camino al socialismo se podía encontrar subordinando la clase obrera a dirigencias nacionalistas. Serían los castristas, los ejércitos de guerrillas y otros nacionalistas arraigados en la pequeña-burguesía los que dirigirían la revolución socialista y no la clase obrera organizada y educada por los partidos de la Cuarta Internacional. Esa fue la prognocis central que emanó de la definición del estado obrero cubano que los pablistas habían planteado.

La perspectiva que Joseph Hansen, dirigente del SWP, elaboró en relación a Cuba se basó en una vulgarización ignorante y estúpida del marxismo. Tomó como punto de partida la previa decisión del movimiento trotskysta de definir a la China y a los paises de Europa Oriental que servían como murallas protectoras de la Unión Soviética como "estados obreros deformados"; definición sumamente condicional y, de cierto modo, temporánea.

En debates anteriores, el SWP había enfatizado el adjetivo "deformado" para indicar que estos estados no eran históricamente viables. Se había opuesto a que Pablo usara esta definición como recurso para dotar al stalinismo con potencial revolucionario.

De manera aún más vulgar que Pablo, Hansen, si embargo, se empeñó en demostrar que Cuba satisfacía una serie de criterios abstractos--sobretodo el de cualquier nacionalización económica--que se suponía que la definían como estado obrero.

La clase obrera no había hecho la revolución y tampoco ejercía ningún control sobre el aparato del estado luego de la revolución. Pero a estos hechos se les consideró como criterios puramente normativos que la revolución cubana había fallado en satisfacer, demostrando así que todavía faltaba mucho progreso por hacerse y que, por lo tanto, un apoyo sin crítica al régimen era más necesario que nunca.

Tal como Hansen escribió en esa época: "El gobierno cubano todavía no ha instituído órganos proletarios demócraticos del poder, tales como los consejos de trabajadores, soldados y campesinos. Sin embargo, a medida que se ha movido en dirección socialista, también ha mostrado ser de tendencia democrática. No titubeó en armar al pueblo y en formar una milicia armada. Ha garantizado libertad de expresión a todos los grupos que apoyan la revolución. En este respecto provee un contraste agradable a otros estados no-capitalistas que se han contaminado con el stalinismo.

"Si a la revolución cubana se le permitiera el desarrollo libre, su tendencia democrática sin duda la conduciría a la creación rápida de formas proletarias democráticas adaptadas a las necesidades específicas de Cuba. Por consiguiente, una de las razones más potentes para apoyar a la revolución vigorosamente consiste en crear las mejores condiciones para que esta tendencia llegue a operar de manera debida". [4]

La realidad cubana era muy diferente al guión de película romántica que Hansen pintaba. A los troskyistas cubanos, por ejemplo, se les había reprimido implacablemente; sus dirigentes habían sido encarcelados y su prensa destruída. La isla por mucho tiempo ha tenido una de las mayores cifras de presos políticos del mundo, muchos de éllos ex-compañeros del Castro mismo en el Movimiento 26 de Julio.

Desde un punto de vista teórico, el aspecto más ilusorio de la evaluación de Hansen fue su sugerencia que, si al régimen de Castro se le presentara la oportunidad, "éste instituiría órganos proletarios democráticos del poder"; es decir, consejos obreros o, para usar la palabra que se consagró durante la revolución rusa, soviets.

Sin embargo, un régimen creado por pequeño-burgueses nacionalistas no puede instituir u entregar tales órganos de poder obrero desde arriba. Tales instituciones, sean creadas por Castro, Gadaffi o Sadam Hussein no son más que decorados de escenario que proveen cubierta a cualquier régimen de naturaleza bonapartista. Sólo los trabajadores mismos pueden formar consejos obreros genuinos o soviets para organizar a las masas, derrocar el capitalismo y establecer un nuevo poder estatal proletario.

Lenín y los bolsheviques no le entregaron los soviets a los obreros después de la toma del poder. Más bien dirigieron la lucha por el poder a través de estos órganos que el proletariado ruso había creado por sí mismo basándose en el desarrollo de su propia lucha de clases y en el crecimiento de una conciencia política clasista que la intervención prolongada de los marxistas rusos había producido.

Los pablistas llegaron a la conclusión de que las nacionalizaciones que Castro había llevado a cabo y su auto-proclamación como marxista-leninista constituían una corroboración de la Revolución Permanente.

En realidad, Cuba, como otros tantos paises oprimidos durante las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, corroboró a la Revolución Permanente, pero de manera negativa. Es decir, donde quiera que la clase obrera carecía de partido revolucionario y era por lo tanto incapaz de darle dirección a las masas oprimidas, representantes de la burguesía nacional y los nacionalistas pequeño-burgueses podían intervenir e imponer su propia solución. Nasser, Nehru, Perón, Ben Bella, Sukharno, los Baatistas y, posteriormente, los fundamentalistas de Irán y los sandinistas de Nicaragua, todos fueron ejemplos de este proceso. Las nacionalizaciones se implementaron en casi todos estos casos.

En un expediente que la Socialist Labor League (SLL) le envió al SWP en 1961, los trotskyistas británicos perspicazmente criticaron la adulación con que Hansen trataba a las dirigencias nacionalistas pequeño-burguesas.

Declararon que "los trotskyistas no pueden asumir la responsabilidad de promover la causa de estos líderes nacionalistas". Estos líderes disponen del apoyo de las masas simplemente porque la social-democracia y en particular el stalinismo han traicionado la responsabilidad de crear una dirigencia revolucionaria. Es de esta manera que se interponen entre el imperialismo y las masas de trabajadores y campesinos y se convierten en mallas protectoras del primero. La posibilidad de recibir asistencia de la Unión Soviética a menudo los empuja a ser más militantes en sus negociaciones con los imperialistas y hasta a veces hace posible que los elementos más radicales entre los líderes burgueses y pequeño-burgueses ataquen a la propiedad imperialista y ganen así mayor apoyo de las masas. En todo caso, para nosotros la cuestión fundamental consiste en que la clase obrera de estos paises logre su independencia política por medio de un partido marxista, dirija a los campesinos pobres a formar soviets y reconozca las conexiones necesarias con la revolución socialista internacional. Es nuestra opinión que en ningún caso deben los trostskistas substituir a esta perspectiva con las esperanzas de que la dirigencia nacionalista se convierta en socialista.

Para aquellos que ya conocen la degeneración posterior del Workers Revolutionary Party (WRP), el párrafo anterior parece ser una denunciación directa a la línea que Healy, Banda y Slaughter comenzarían a seguir, a penas una década después, en relación a la OLP y varios regímenes árabes. Esto solo demuestra la perspicacia de nuestro análisis y el hecho de que el ataque revisionista contra la Cuarta Internacional estaba arraigado en fuerzas clasistas objetivas. Luego de abandonar la lucha contra el pablismo, la dirigencia de la sección británica estaba destinada a caer víctima de las mismas fuerzas clasistas que habían destruído al SWP.

Proclamar a Cuba como estado obrero y a su revolución como camino nuevo al socialismo verdaderamente significaba la renuncia total a la perspectiva de la Revolución Permanente, pues los obreros ya no tenían que ser la clase dirigente en los paises en desarrollo. Ni tampoco era necesario luchar por fomentar la conscientización socialista dentro de esta clase. Toda esta labor ahora había sido reemplazada por bandas de guerrilleros que, basándose en el campesinado, podían lograr el socialismo sin--y a pesar de--los trabajadores.

Esto significaba el rechazo a los principios más fundamentales del marxismo. A la lucha por el socialismo se le había separado del proletariado. La liberación de la clase obrera ya no era el deber de la clase obrera misma. Más bien ésta se había convertido en espectador sordomudo de las acciones heróicas de los guerrilleros.

Al considerar esta perspectiva, la base clasista de esta infatuación perdurable que la izquierda pequeño-burguesa en general le tiene a Fidel Castro se manifiesta de manera bien clara. Lo que ven en Castro es la abilidad de la pequeña burguesía en dominar a la clase obrera y jugar un papel aparentemente independiente. Para ellos, Cuba comprobó que ni el intelectual izquierdista, ni el estudiante radical y ni el manifestante de clase media tenía que subordinarse a la clase obrera y a la difícil y prolongada lucha por la conscientización socialista entre los trabajadores. Podían revolucionar a la sociedad a través de su propia actividad espontánea.

Al combatir este ataque revisionista contra el marxismo, la SLL siguió la trayectoria de esta disputa sobre Cuba hasta llegar a su metodología fundamental. Demostró que el SWP se había suscrito a lo que Trotsky había llamado "la adoración al hecho consumado". Es decir, se había adaptado a la tan llamada realidad que la estructura social en existencia ya tenía creado, a las direcciones en vigor dentro de la clase obrera y a las formas burguesas de concientización que prevalecen en capas amplias de los trabajadores y oprimidos. A todo ésto se le aceptó como si hubieran sido hechos objetivos y determinantes, totalmente separados de la lucha conciente del partido proletario revolucionario.

El método del SWP consistía en contemplar estos "hechos" pasivamente y, en búsqueda de todo lo que resultara en el éxito político más expediente, adaptarse a las dirigencias existentes. Llegaron, pues, a convertirse en apologistas de estos líderes, justificando todas sus acciones con el argumento de que bajo las circunstancias presentes, ¿qué otra cosa podrían haber hecho? Estas "circunstancias", sin embargo, siempre excluyeron la lucha conciente de los trotskyistas por mobilizar a la clase obrera independientemente en base de su propio programa socialista e internacionalista.

La SLL defendió las conquistas teóricas que el movimiento trotskyista había logrado en su lucha contra el stalinismo. Insistió que las experiencias estratégicas de toda una época imperialista habían mostrado que las dirigencias que no fueran obreras no podían completar las luchas por liberar a los paises coloniales o ex-coloniales de la opresión imperialista y del subdesarrollo.

A estas luchas sólo se le puede poner fin con la conquista del poder por la clase obrera y por la extensión de la revolución socialista a nivel mundial. El deber principal que este análisis plantea es la construcción de partidos revolucionarios independientes de la clase obrera que se basan en la lucha contra todas las tendencias oportunistas, en particular los stalinistas, quienes siempre han buscado la manera de subordinar a la clase obrera al nacionalisno y a las dirigencias nacionalistas.

El pablismo negó sobretodo que el éxito de la revolución socialista requería el desarrollo de un nivel alto de conciencia política socialista dentro de las capas avanzadas de la clase obrera. Pero en las fantasías de los pablistas, la conciencia política de los trabajadores era digna de indiferencia. Si de alguna manera llegaron a considerar que la clase obrera tenía cierta relación a la revolución socialista, era sólo como fuerza objetiva para ser dirigida y manipulada por otros.

La resolución preliminar de los pablistas después de su reunificación con el SWP detalló las implicaciones de las revisiones teóricas que habían desarrollado sobre el problema de Cuba. Declaraba que "la debilidad del enemigo en los paises en desarrollo ha abierto la posibilidad de alcanzar el poder aún con un instrumento boto". [6]. Es decir, estados obreros podían establecerse sin siquiera construir partidos de la clase obrera.

En estos paises, y en particular en Latinoamérica, declararon que las condiciones de enorme pobreza y la debilidad relativa de las estructuras estatales burguesas "crean situaciones en que el fracaso de una ola revolucionaria no conduce automáticamente a la estabilización socio-económica relativa o aún provisional. Una suceción aparentemente inagotable de luchas de masas continúa…La debilidad del enemigo le ofrece a la revolución mejores métodos para que ésta se recupere de sus derrotas temporáneas que los que le ofrece en los paises imperialistas mismos". [7]

Esta distorción de la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky no pudo ser más vulgar. Este había mostrado que la debilidad de la burguesía en la Rusia tsarista no existía dentro de un vacío infinito, pero en relación a dos factores: el dominio imperialista por una parte y por otra el poder objetivo de la pequeña pero concentrada clase obrera rusa. La burguesía nunca fue débil porque no podía acabar con, o controlar a, la democracia pequeño-burguesa. Era débil porque se encaraba a un proletariado joven dirigido por revolucionarios.

Los pablistas, sin embargo, habían rechazado el papel del proletariado industrial y le había asignado el papel revolucionario exactamente a semejantes fuerzas pequeño-burguesas.

Elaboraron su teoría de "instrumentos botos" y de "luchas de masas inagotables" justamente antes de que se diera una serie de golpes de estado con el apoyo de los Estados Unidos, el primero de los cuales lo dirigió el General Castelo Branco en Brasil. Estos golpes lanzarían a Latinoamérica a una espantosa década de represión cuyos garfios todavía se extienden por todo el continente.

Los pablistas no solo dejaron de cumplir con preparar a la clase obrera para hacerle frente a estos acontecimientos, sino que también asistieron a facilitar estos eventos mismos al insistir que fuerzas no-obreras podían llevar a cabo la revolución y al apoyar la perspectiva de Castro; es decir, acciones armadas por bandas de guerrilleros.

El pablismo y la crisis de dirigencia revolucionaria

¿Por qué se convirtió el castrismo en polo tan atractivo en Latinoamérica? Aunque las condiciones intercontinentales para la guerra de guerrillas que Guevara planteó se hayan mostrado falsas, existía una verdad incontrovertible que todos los paises tenían en común. Las dirigencias dominantes de la clase obrera, en particular los partidos comunistas stalinistas, de ninguna manera ofrecían la menor visión de como seguir adelante bajo condiciones de una crisis revolucionaria que iba madurando rápidamente.

Ahí pues la "nueva realidad" que los pablistas celebraban; es decir, la ascendencia de una tendencia radical nacionalista encabezada por la pequeña-burguesía (como lo era el castrismo) era fundamentalmente la crisis irresoluta de la dirigencia revolucionaria dentro de la clase obrera misma. Aún así, la presentaron como la solución a dicha crisis, repudiando los objetivos estratégicos de la Cuarta Internacional. Al abandonar una orientación independiente hacia la clase obrera y la lucha por construir un partido capaz de destruir el dominio de las burocracias, redujeron el papel de la Cuarta Internacional al de asistir a los nacionalistas pequeño-burgueses y a los stalinistas para poder influirlos y empujarlos hacia la izquierda con métodos sutiles.

¿Cómo se llevó a cabo en la práctica esta perspectiva? En 1968, los pablistas celebraron su 9no Congreso inmediatamente después del fracaso de Guevara en Bolivia y justamente antes de que se desencadenaran grandes luchas de clase en Latinoamérica. Instruyeron a los partidos que estaban afiliados al Secretariado Unificado a que abandonaran a la clase obrera y participaran en la guerra de guerrillas.

Tal como declaró el documento del congreso: "Aún en el caso de paises donde primero puedan ocurrir grandes mobilizaciones de conflicto de las clases urbanas, la guerra civil asumirá formas variadas en las cuales el eje principal, durante todo un período, será la guerrilla rural, término cuyo significado principal es de naturaleza militar-geográfica y no significa una composición exclusiva o predominantemente campesina". [8]

La resolución continúa: "La única perspectiva realista para Latinoamérica es la de la lucha armada, la cual puede durar muchos años. La preparación técnica no puede considerarse como aspecto cualquiera de toda la labor, sino como aspecto fundamental a nivel internacional y como de los aspectos fundamentales en aquellos paises donde las condiciones mínimas aún no existen". [9]

Instrucciones más explícitas no pudieron darse. En caso de que alguien en las secciones latinoamericanas dudara que el apoyo del campesinado fuera suficiente o que existieran las condiciones políticas necesarias para fomentar una rebelión, la resolución les aseguraba que el apoyo del campesinado no era necesario y que en todo caso la situación política no importaba. El único requisito era la "preparación técnica" para la lucha armada.

El resultado fue la liquidación política y la aniquilación física de los cuadros dirigidos por los pablistas de Latinoamérica.

En Argentina, por ejemplo, la sección oficial del Secretariado Unificado se reconstituyó como el ERP antes de su escisión formal con los pablistas. Este grupo participó en los secuestros de ejecutivos capitalistas a cambio de rescate monetario, simplemente añadiendo demandas para aumentar los sueldos y mejorar las condiciones de trabajo de los obreros.

¿Qué resultados produjeron estas acciones? A los trabajadores esencialmente se les enseñó que no era el papel de ellos entablar la lucha para ponerle fin al capitalismo. Existían únicamente para ser espectadores agradecidos, ya que los guerrilleros heróicos armados actuaban en nombre de éllos.

En Chile, los trabajadores llevaron a cabo una ofensiva bien sostenida, pero al fin y al cabo, fueron estrangulados por el gobierno de Unidad Popular de Allende, cuya política le abrió paso a la dictadura de Pinochet. En Argentina, el "cordobazo" de 1969, por medio del cual los obreros de Córdoba se apoderaron de la ciudad, inauguró una ofensiva prolongada que los peronistas suprimieron y que la dictadura de Videla luego aniquiló. En Bolivia, los mineros se sublevaron una y otra vez sólo para que sus dirigentes los subordinaran a una capa de militares aparentemente nacionalista e izquierdista bajo el mando del General Torres. Como era de predecirse Torres prontamente le cedió el poder a sus colegas más tradicionales, quienes llevaron a cabo la represión despiadada de los obreros bolivianos.

Con su orientación hacia el castrismo, los pablistas habían abandonando tanto a la clase obrera como a la lucha para liberarla del dominio de las burocracias antiguas. Presumieron que Castro no sólo había comprobado la Revolución Permanente, sino que también había rendido superflua esta lucha tan primordial.

Hansen, como representasnte del SWP, planteó esta tesis con su cinismo y patanería de costumbre, proclamando que Castro había vencido el papel contrarrevolucionario del stalinismo.

"Incapaz de reventar el obstáculo stalinista, la revolución retrocedió bastante y se desvió. El desvío nos ha conducido por un terreno bastante escabroso que incluye la Sierra Maestra, pero es obvio que le están saltando por encima a la muralla stalinista.

"Esta es la lección principal que se debe aprender de la experiencia de Cuba. Para terminar una vez por todas con la hipnosis del stalinismo, fue necesario gatear en cuatro patas por las selvas de la Sierra Maestra". [10]

Esta conclusión contenía insinuaciones políticas bien claras cuyo alcanze llegaba mucho más allá de Cuba. Si a la "muralla stalinista" se le podía fácilmente "esquivar" por medio de una guerra de guerrillas dirigida por nacionalistas pequeño-burgueses, la lucha difícil y prolongada que la Cuarta Internacional había entablado para romper el nudo estrangulador con el que el stalinismo dominaba a la clase obrera no sólo era superflua sino contraproducente.

Esta perspectiva no resultó en la destrucción del control que el stalinismo tenía sobre el movimiento obrero en los paises oprimidos, particularmente en Latinoamérica, sino en su fortalecimiento. Ayudó a desviar a toda una generación de jóvenes latinoamericanos y a apartarlos de toda lucha dentro de la clase obrera misma. La orientación hacia el guerrillerismo representó una bonanza para los stalinistas y otras dirigencias burocráticas. Aisló a los elementos más revolucionarios de la juventud y a una capa entera de trabajadores que se habían radicalizado, reenvigorando de tal modo el control de la burocracia sobre el movimiento obrero.

A fin de cuentas, la adaptación de los pablistas al nacionalismo pequeño-burgués ayudó a asegurar que la clase obrera no tuviera ninguna dirigencia revolucionaria al entrar a las grandes luchas de clase hacia fines de los 1960 y a principios de los 1970. Las aventuras guerrilleras que éstos fomentaron le dieron a los militares y al imperialismo el pretexto para imponer la dictadura. Esta tendencia revisionista, pues, jugó un papel importantísimo en la preparación de las derrotas más sangrientas que los trabajadores de latinoamérica jamás sufrieran.

Hoja de balance del guerrillerismo

¿Qué sucedió con los movimientos guevarista-castristas que los revisionistas proclamaron como nuevos instrumentos de la revolución socialista? Seguir la trayectoria de su evolución concreta significa sacar a luz el carácter clasista de estos movimientos desde su incepción.

El FALN de Venezuela fue de los principales movimientos durante la década de los 1960. Se formó con apoyo cubano. Citemos la declaración que hizo uno de los dirigentes de este movimiento durante ese período.

"Cuando hablamos de la liberación de Venezuela significamos la liberación de toda Latinoamérica; nosotros no reconocemos fronteras en Latinoamérica. Nuestra fronteras son fronteras ideológicas. Interpretamos la solidaridad internacional de manera verdaderamente revolucionaria y por lo tanto nos hemos comprometido a luchar, a luchar contra el imperialismo hasta que éste no exista más. Estamos comprometidos a no entregar nuestras armas hasta que el imperialismo, en particular el norteamericano, se haya reducido a la impotencia". [Traducido del inglés]

El autor de estas líneas fue Teodoro Petkoff, quien no sólo terminó por entregar sus armas, sino que desde aquel entonces se ha convertido el Ministro de Planificación de Venezuela y es el funcionario principal responsable de hacer cumplir los programs de austeridad del Fondo Internacional Monetario (FIM). Si bien Petkoff antes proclamaba la solidaridad continental y la lucha hasta la muerte contra el imperialismo yankee, ahora colabora con la reducción despiadada de los salarios y la conversión de enterpresas estatales en compañías privadas con fin de competir éxitosamente, por medio de inversiones multinacionales, con otras economías capitalistas de la región. Se espera que Petkoff se convierta en el candidato principal en las elecciones presidenciales venezolanas de este año.

Su caso es típico. En Uruguay, los guerrilleros Tupamaros ahora forman parte del Frente Amplio, frente electoral burgués que gobierna sobre las condiciones sociales que se están derrumbando en la ciudad de Montevideo. El movimiento M-19 llegó a un acuerdo con el gobierno colombiano que no solo le aseguró a sus dirigentes puestos en el parlamento, sino que también le permitió a sus miembros canjear sus armas por préstamos que financiaran sus pequeñas empresas.

¿Pero qué le sobrevino a todos estos movimientos? Los Sandinistas, la FMLN en El Salvador, la URNG en Guatemala todos formaron pactos con las mismas fuerzas responsables por el asesinato de cientos de miles de trabajadores y campesinos. Castro sirvió de mediador durante las negociaciones de Contadora y Esquipulas, las cuales consolidaron el poder en manos de facciones burguesas que tenían el respaldo de los Estados Unidos, a la misma vez que convertía a los cuadros de los tan llamados movimientos de liberación en diputados parlamentarios, oficiales militares y policías de los regímenes nuevos. Todos estos grupos se han dividido en varias facciones y con gran justificación se acusan unos a otros de traiciones políticas y de corrupción financiera.

Mientras tanto, las masas de la región sufren condiciones de pobreza y opresión tan pésimas o peores que las que dieron ímpetu a las convulsiones revolucionarias de hace veinte años. El efecto total de estos movimientos pequeño-burgueses nacionalistas que habían caído bajo la influencia castrista fue el de sembrar la demoralización en las capas más militantes entre los trabajadores, jóvenes, y campesinos.

La Cuba de hoy

¿Y qué de la Cuba misma? ¿Cuál fue el resultado final del nuevo camino al socialismo que tanto el régimen castrista como los revisionistas pablistas proclamaron hace treinta años?

Por treinta años la isla sobrevivió gracias a las subvenciones enormes de la burocracia muscovita. Según los simpatizantes de Castro y various cálculos estadounidenses, las subvenciones económicas de la Unión Soviética a Cuba llegaron a alcanzar un valor entre los $3 y $5 billones de dólares anuales. El mecanismo de esta asistencia era la compra, por parte del bloque soviético, de productos agrícolas cubanos, principalmente el azúcar, a precios más altos que los del mercado mundial--a veces hasta doce veces más altos--y la venta del petróleo por debajo de los precios del mercado. Basándose en este acuerdo, Cuba llegó a comprar azúcar de su país vecino, la República Dominicana, y re-vender el petróleo en el mercado mundial para obtener moneda firme.

La dependencia sobre los subsidios soviéticos tuvieron como consecuencia final la solidificación de la monocultura del azúcar, que formara la base histórica de su atraso y opresión. Igual que antes de la revolución de 1959, las exportaciones cubanas, 83% de las cuales se enviaban a la URSS y a la Europa Oriental, consistían de azúcar, tabaco, níquel, mariscos y varias otras mercancías agrícolas. Del bloque soviético Cuba importaba mercancías manufacturadas para consumidores y maquinaria, para no mencionar una gran porción de sus alimentos.

Ningún tipo de chapuseo o de cambios abruptos en la política de la economía por el "líder máximo" infalible de Fidel Castro cambió esta relación fundamental. A fin de cuentas, las reformas substanciales que el pueblo cubano había conseguido en las esferas de la salud, la educación y la nutrición se mantuvieron a través de estos subsidios. Ahora que el régimen se orienta hacia las inversiones extranjeras directas, estas reformas se están destruyendo sistemáticamente.

A cambio de los subsidios soviéticos, Castro entró en un pacto faustino con la burocracia soviética por medio del cual funcionaba como peón de ajedrez en las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Como era inevitable, el diablo está tocando la puerta y quiere cobrar.

La disolución de la URSS significó una catástrofe económica para Cuba. La reacción del régimen de Castro ha sido la de fomentar las inversiones extranjeras con tal de que aumenten y permitir que se forme una estratificación social que se va agrandando dentro de la Cuba misma.

En una entrevista con Granma, diario controlado por el estado, Roberto Robaina, Ministro del Exterior, recientemente explicó la política de Cuba: "Lo que se está dando en Cuba es una apertura económica con garantías completas para los inversionistas extranjeros...Esta apertura es estratégica y se va ampliando y profundizando cada día.

"Mitsubishi Motors, Castrol, Unilever, Sherrit Gordon, Grupo Sol, Total, Melia Hotels, Domos, ING Bank, Rolex, DHL, Lloyds, Canon, Bayer. Los nombres de estas compañías significan éxito en el mundo del comercio y se encuentran en Cuba. Varias de estas compañías tienen el mayor capital del mundo y nos han dado su confianza.

"La facilidad para invertir capital, la seguridad y el respeto, las garantías que aseguran la repatriación de las ganancias, la disponibilidad de un personal que goza de capacitación excelente, la adaptación, el deseo de superarse, la seriedad en las negociaciones y la lealtad a sus socios cubanos representan varias de las cualidades que aprecian aquellos que han decidido enlazarse con Cuba"...[11]

Aunque no lo declaró directamente en Granma, el punto que sin duda le enfatizó en privado a estos inversionistas es que en Cuba pueden contar con dos factores: una de las manos de obra más baratas del hemisferio y la garantía de un ambiente libre de huelgas impuesto por el régimen policiaco que los stalinistas han capacitado.

El régimen de Castro habitualmente declara que ha buscado las inversiones extranjeras capitalistas con fin de salvar "las conquistas sociales" de la revolución cubana, pero la realidad es que el régimen, como todo régimen burgués del mundo ex-colonial, participa en la mercadería de la mano de obra barata a las enterpresas multinacionales.

En el caso de Cuba, ésto se lleva a cabo de manera extremadamente directa y centralizada. La mano de obra cubana se contrata a las corporaciones extranjeras a cambio de moneda firme que se le paga directamente al gobierno cubano. El gobierno emplea a los trabajadores necesarios y les paga una fracción de esa cantidad con pesos, la moneda nacional. Las compañías extranjeras retienen el derecho absoluto de despedir a los trabajadores de sus empleos.

La creciente economía basada en el dólar fomenta el desarrollo de la desigualdad social. La mayor fuente de reservas extranjeras es el dinero en efectivo que los exilados, quienes en su gran mayoría viven en los Estados Unidos, le envían a sus parientes en Cuba. ¿Qué se puede decir de una "revolución" que depende económicamente de aquellos que recientemente había denunciado como "gusanos" contrarrevolucionarios?

Otros tipos de monedas firmes se filtran a través del crecimiento de la industria turística, la cual el régimen de Castro ha convertido en la piedra angular de su planificación ecónomica. El resultado ha sido lo que varias fuentes en el país han descrito como apartheid turístico. Se han construido tiendas, hoteles, restaurantes nuevos cuyas puertas están abiertas única y exclusivamente a los extranjeros. A los cubanos no se les permite entrada. La prostitución se ha desencadenado. La inmensa mayoría de la población vive bajo condiciones de pobreza.

Según el régimen de Castro, la culpa de todos estos problemas económicos la tiene el embargo que los Estados Unidos le impuso a la isla. No cabe duda que la política estadounidense es cruelísima y carente de toda lógica por parte del poder imperialista contra una nación pequeña y oprimida. Pero esta política ha estado en vigencia por treinta y cinco años. Durante este período, Cuba ha tenido relaciones con casi todos los otros países mayores del mundo.

Fundamentalmente, la crisis de Cuba es resultado del carácter burgués de la revolución misma. Esta no ha podido resolver ninguno de los problemas históricos de la sociedad cubana. Es más, fueron los enormes subsidios de la burocracia soviética que ayudaron a esconder las contradicciones.

Pocos paises han sufrido un éxodo de refugiados tan enorme. Durante los primeros años de la revolución, éstos provenían, en su gran mayoría, de la burguesía y las capas más privilegiadas de la clase media. Pero aquellos que se escaparon en balsas y tubos de llanta inflados durante las décadas de los 1980 y 1990 han sido motivados por la misma condición que impulsó a miles a escapar de Haití, México y otros paises: el deseo de escapar del hambre y la opresión.

Estas son las bases sobre las cuales se apoya un régimen que ahoga las aspiraciones de las masas el pueblo trabajador cubano. Castro gobierna a través de una dictadura política organizada a lo militar. Las fuerzas armadas son la institución principal del estado y dirigen la mayoría de las enterpresas financieras del país.

La constitución cubana ha consagrado a Castro como presidente vitalicio. Por consiguiente, oponérsele significa no sólo ser "contrarrevolucionario", sino también anti-constitucionalista. El es, en partes iguales, jefe de estado y jefe del gobierno, así como también Primer Secretario del Partido Comunista y Jefe Supremo de las fuerzas armadas. En resumen, todo poder se concentra en sus manos y él impone su estampa personal a toda decisión importante. Ahora que ya Castro pasa de los setenta años, la suceción se está convirtiendo rápidamente en problema urgente. Su hermano Raúl ocupa todos los puestos secundarios del gobierno, las fuerzas militares y el partido.

La identificación de Cuba con el socialismo--idea fomentada tanto por los imperialistas como por el régimen castrista y sus partidiarios--ha tenido el efecto de desacreditar el concepto de una alternativa socialista al capitalismo, especialmente en Latinoamérica.

En resumen

La Primera Internacional bajo Marx adoptó el lema de que "la liberación de los obreros debe ser la responsabilidad de ellos mismos". Es decir, a fin de cuentas, el socialismo significaba la auto-determinación de la clase obrera. Ninguna otra fuerza clasista, actuando en nombre de la clase obrera, podía otorgarle esta auto-determinación o ganarla en nombre de ella. Esta tendría que ser única y exclusivamente el resultado de la lucha conciente de la clase obrera, organizada democráticamente como clase que lucha por sus propios intereses y por transformar a la sociedad en nombre suyo y de toda la humanidad.

El Comité Internacional defendió esta perspectiva contra todas las teorías de última moda en las décadas de los 1960 y los 1970 que rechazaban a la clase obrera y la vez declaraban que habían descubierto otros vehículos más revolucionarios que proveían atajos al socialismo. Treinta y pico de años luego, de estas teorías no queda nada. La historia ha vindicado despiadadamente la lucha llevada a cabo por el CICI.

Deberíamos recordar las palabras de Joseph Hansen en relación a la lucha intransigente del Comité Internacional y su negativa en postrarse ante el castrismo. Dicho punto de vista, advirtió este señor, sería "suicidio político en Latinoamérica". Pero, ¿qué fue lo que en realidad ocurrió? El revisionismo pablista y su apoyo al castrismo ayudó a conducir a toda una generación de jóvenes radicalizados a participar en aventuras suicidas por las cuales la clase obrera pagó el precio mayor.

¿Cuál hubiera sido el resultado si, en vez de adaptarse al castrismo, las fuerzas que cayeron bajo la influencia de los pablistas hubieran sometido al nacionalismo pequeño-burgués a una crítica implacable?

Seguramente el resultado podría haber consistido en un aislamiento temporáneo, por lo menos de aquellos movimientos dominados por la pequeña burguesía. Pero en el proceso habrían educado a las capas más avanzadas de los trabajadores y la juventud. A través de esta lucha, se podría haber preparado una dirigencia capaz de mobilizar a la clase obrera en lucha revolucionaria. En lugar de caer bajo el dominio de dictaduras militares que contribuyeron a reestablecer temporáneamente el capitalismo mundial, Latinoamérica podría haberle dado un poderoso ímpetu a la revolución mundial socialista.

Las leccions fundamentales que debemos aprender de esta experiencia estratégica tienen que ver mucho con la responsabilidad de crítica de los marxistas, la cual no consiste en descubrir y adaptarse a otras fuerzas que espontáneamente lleven a cabo la revolución socialista, sino en construir partidos revolucionarios independientes de la clase obrera que pertenezcan al Comité Internacional de la Cuarta Internacional, partidos que se basen en una firmeza teórica e implacable y le digan la verdad a la clase obrera.

Las condiciones objetivas en Latinoamérica y a nivel internacional están madurando hasta tal punto que la lucha que el movimiento trotskyista ha emprendido se cruzará con el movimiento revolucionario de millones. Las lecciones que este movimiento ha asimilado de la lucha por el socialismo durante el Siglo XX serán decisivas para su realización en el XXI.

Notas:

1. Leon Trotsky, Writings of Leon Trotsky, 1939-40 (New York: Pathfinder Press, 1973), p. 202.
2. Documents of the Fourth International: The Formative Years, 1933-40 (New York: Pathfinder Press, 1973), p. 394.
3. Ernesto Che Guevara, La Guerra de Guerrillas (La Habana: Talleres de INRA, 1961).
4. Joseph Hansen, Dynamics of the Cuban Revolution: The Trotskyist View (New York: Pathfinder Press, 1978), p. 75.
5. Cliff Slaughter, ed., Trotskyism Versus Revisionism: A Documentary History, vol. 3, The Socialist Workers Party's Road Back to Pabloism (London: New Park Publications, 1974), p. 65.
6. Ibid., vol. 4, The International Committee Against Liquidationism, p. 199.
7. Ibid.
8. United Secretariat 9th Congress documents.
9. Ibid.
10. Joseph Hansen, Dynamics of the Cuban Revolution: The Trotskyist View (New York: Pathfinder Press, 1978), p. 265.
11. Granma, 16 November 1994.

Author: Bill Van Auken - Published by: Movimiento Negación de la Negación
- e-mail: mnn.la17@gmail.com
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